Hemos entrado en el mes de Ramadan, el Bendito, el mes de Allah Ta’ala en que ayunamos desde antes del alba hasta después del ocaso. Nuestro ayuno comienza una hora y media antes de la salida del sol, aproximadamente, y termina media hora después de la puesta del sol, cuando ya empezó la oscuridad de la noche y se han perdido los fulgores rojos en el oriente. Esto debemos tenerlo en cuenta, para no apresurar ni demorar el desayuno, respectivamente, y para elevar el salah del Magrib (la oración del
ocaso) antes de desayunar.
El ayuno consiste en abstenerse de todo tipo de desayunantes y en dar la Zakah al finalizar el mes de ayuno, siendo la Zakah una contribución obligatoria sobre los bienes que nos sobran. Y complementando ambas cosas, en el transcurso del ayuno debemos estudiar el Sagrado Corán, como lo hacía el Profeta (BPDyC) en este sagrado mes. He aquí nuestro ayuno, parecido a lo que nos ha sucedido antes del nacimiento y a lo que nos sucederá después de la muerte, es una abstinencia de todo lo que existe en el
mundo. El ayuno purifica el corazón del creyente, también su cuerpo y sus bienes.
Dice Allah, exaltado sea: “¡Creyentes!, os fue impuesto el ayuno como le fue impuesto a quienes os precedieron, para que temáis a Allah” y dice también: “Mes de Ramadán en el cual fue revelado el Corán, Guía de la humanidad y evidencia de la Guía y del Discernimiento. Aquel de vosotros que vea el inicio del mes que ayune”, y luego agrega: “Si te preguntaran por Mí mis siervos
diles que estoy muy cerca (de ellos), respondo al ruego del que implora. Que Me obedezcan, pues, y crean en Mí para que sean bien guiados”.
El ayuno es una práctica antiquísima, anterior al Islam, por eso dice el Sagrado Corán que fue impuesta “a quienes os precedieron”. En segundo lugar, es una orden de Allah para que el hombre se purifique, no constituye un consejo o algo optativo, es una obligación. En tercer lugar, en el mes de Ramadán descendió la Revelación del Sagrado Corán, y el ayuno tiene que ver con ello, porque es el estado de purificación con el cual se reciben los dones, las gracias y las bendiciones de Allah, exaltado sea, y así como recibimos la Bendición del Sagrado Corán en Ramadán, debemos purificarnos para recibir el resto de las bendiciones de Ramadán. En cuarto término, es un período de tiempo señalado y especial, y así como hay períodos de tiempo en que no se debe ayunar, hay periodos en que está impuesto el ayuno. Concluimos de esto que el tiempo no es algo que solamente se cuenta, sino algo cualitativo, que tiene sentido, y a través del ayuno aprendemos el sentido que tiene el tiempo.
El último versículo citado dice: “Si te preguntaran por Mí mis siervos diles que estoy muy cerca (o muy junto a ellos), respondo el ruego de quien Me implora; que Me obedezcan, pues, y crean en Mí para que sean bien guiados”. Esto significa que en el mes de Ramadán la imploración, la súplica, es algo necesario, que debe ser frecuente, para que el siervo de Allah reconozca la Cercanía, la Proximidad en que se encuentra de Allah, exaltado sea,. Es el mes de Allah, mes en que Su Presencia se hace manifiesta,
inclusive para los que están olvidados de El, y a pesar de los velos que los cubran. Por eso expresa la aleiah o versículo: “Mis siervos”, no dice “los creyentes” solamente, abarcando en consecuencia a cualquier ser humano, pues todos son Sus siervos. Allah “responde al ruego del que implora”, pero también pone una condición, que Le obedezcan y crean en El “para que sean bien guiados”. Se trata de la obediencia a Su Revelación, el Sagrado Corán y al Profeta Muhammad (BPDyC), siguiendo su conducta, su Sunnah.
En conclusión, la enseñanza del Sagrado Corán es que el ayuno constituye el medio de la purificación y del amor, le fue impuesto a los que precedieron a los musulmanes, a abrahámicos, mosaicos, judíos y cristianos. Además de ello, evidencia el Sagrado Corán que el mes de Ramadán es el de su Revelación y, por analogía, el de la Revelación de todos los otros Libros sagrados.