Filosofía y religión
La religión ha tenido un gran rol en la formación de la civilización humana. Históricamente no hubo pueblo que no tuviera a la religión como base de la vida colectiva, excepto que a partir del humanismo ateo que surgió en la época moderna, y que llega hasta la actualidad, no se consideró a la religión como un factor esencial de civilización sino todo lo contrario. No nos interesará investigar en este escrito las causas de esta situación, que se ha impuesto en occidente hasta en buena parte de la cultura popular, ni tampoco deseamos señalar a los culpables, sean los mismos ideólogos ateos, sean las religiones trastocadas a través de los tiempos, solamente deseamos tener en cuenta esta notable anormalidad en la historia de la civilización.
Sin embargo, las investigaciones en varios campos, como los de la antropología cultural[1], la etnología[2], la misma arqueología, y los nuevos enfoques de la historia, redescubrieron algo que debido a su evidencia nunca debería haber sido negado, es decir que las religiones fueron siempre un factor cultural esencial de cualquier cultura que se trate, y que no hubo pueblo sin religión, por más primitiva que esta fuere.
Estas consideraciones no implican valorar a ninguna religión en particular, considerándola mejor que otras, ni implica rechazar ninguna creencia, desechando las otras a causa de que no se avienen a nuestra idea sobre qué debe ser una religión. Es por eso que por el momento nosotros nos abstenemos de formular ningún criterio que permita calificar de “religión” o “religioso” a un hecho cultural, pero es cierto que debemos referirnos seguramente a una realidad cultural especial, con determinadas características, a la que convenimos en llamar sin objeciones “religión”. Si no fuera así, entonces sería inútil cualquier esfuerzo para comprender este hecho cultural que atraviesa enteramente la civilización humana, y está presente dondequiera que el observador de la historia o de la cultura, del arte o de la ciencia, del folklore y de las costumbres de los pueblos, dirija su vista.
Para la filosofía lo que interesa en todo caso es determinar la interacción entre la religión y el pensar filosófico, que la hubo y en abundancia, y todavía subsiste. Al respecto debemos plantearnos algunas preguntas esenciales:
¿A la filosofía le interesa la religión y en qué sentido?
¿La religión necesita de la filosofía, para qué y dentro de qué límites?
¿Se justifica y es útil la interacción entre ambos aspectos de la cultura humana, o más bien es algo negativo y perjudicial?
¿El filósofo puede, o bien debe tener alguna creencia religiosa para completar su visión correcta de la realidad, o más bien la religión distorsiona esa visión y no le permite alcanzar lo verdadero?
¿Es posible mantenerse al margen del fanatismo religioso, y tener una consideración objetiva y desapasionada de los asuntos, mientras el filósofo participa de una creencia religiosa?
Estas cuestiones son dignas de plantearse para introducirnos en el tema de la interrelación entre filosofía y religión, y tratar de dilucidar el asunto en la medida de lo posible, asunto que por su enormidad va más allá del esfuerzo de una sola investigación, y de un solo investigador, y requeriría el esfuerzo consecuente de muchos estudiosos durante un buen lapso de tiempo.
Solamente deseamos citar el hecho de que durante siglos, desde el comienzo de la filosofía occidental en Grecia, hasta la época moderna, y aún en esta -con pensadores como Descartes, Rousseau, Kant, Hegel, etc., fueran ellos racionalistas, idealistas o empiristas, o de cualquier otra denominación posible-, siempre los filósofos se ocuparon del tema de la religión, sea para adherir o para rechazar la implicancia de la filosofía con aquella. La actitud de rechazo también evidencia la importancia que tiene la religión para la filosofía, pues influye en esta de un modo o de otro. A su vez, la religión se ha servido de la filosofía para justificar las creencias, en un grado o en otro.
En consecuencia, no es posible negar la importancia que una materia tiene para la otra, como tampoco podemos negar la importancia que hasta el presente tiene por sí misma la religión en el desarrollo de la civilización humana, tanto como lo tiene la filosofía. Pero deseamos agregar que ninguna de ellas es reducible a la otra, que no se puede anular una y que la otra subsista en su reemplazo.
Recordemos a Rousseau para quien la religión debía transformarse en una creencia cívica, con sus ritos nacionales que reemplazarían a los ritos religiosos, lo cual el liberalismo logró en gran parte al imponer las democracias republicanas laicas. En estas la religión predominante en un país ha quedado relegada a reforzar los poderes del estado, el cual frecuentemente asiste a las iglesias económicamente, y si no las asiste debido a un laicismo extremo de todos modos la religión queda invitada a la mesa del poder debido a que todavía conserva una gran fuerza, sobre todo en los medios más humildes.[3]
¿Qué es una religión y qué le interesa a la filosofía sobre ella?
Es esencial conocer qué características o atributos propios debe presentar un hecho cultural como la religión para ser relevante para la filosofía, porque si bien es posible que la antropología y la historia se interesen en general por todo tipo de hechos culturales, esto no es posible que suceda con la filosofía, la que solamente acepta cierto nivel de desarrollo del pensamiento para ocuparse de él.
A la filosofía no le interesan, en principio, los ritos o cultos muy primitivos, en los cuales predomina la superstición y no el conocimiento, tampoco le incumben los conflictos entre creencias contrapuestas, sea dentro de una misma religión, o hacia fuera de ella, en tanto dichos conflictos no envuelvan asuntos del pensamiento, dignos de ser estudiados por la filosofía. Esta no debería procurar justificar un dogma religioso, aunque hubo filósofos que lo hicieron, porque ella debe cultivar un pensamiento no dogmático, objetivo, desapasionado, tanto como sea posible, o de lo contrario la filosofía no se justifica a sí misma como ciencia.
Es posible que el filósofo formule una serie de principios, axiomas o verdades, y que él crea en eso con una fe religiosa, pero no debe ni puede proponerlo como creencia generalizada e indiscutible, como estamos habituados a pensar que hacen las religiones. Las conclusiones a que arriba un filósofo son afirmaciones abiertas a la investigación de cualquiera que lo desee, y cuando son rechazadas no se incurre en una falta grave, o en la expulsión de alguien del grupo de los filósofos, ni tiene una consecuencia moral que trascienda este mundo. Pero han existido, y quizás todavía existan, sea en filosofía como en psicología, grupos ideológicos cerrados, como si fuesen sectas religiosas, y aún esto es más evidente y vulgar en las ideologías políticas. En realidad, no es la religión el único ámbito de fanatización y militancia activa discriminadora, sino uno de tantos ámbitos en los que el ser humano se cree exclusivo y excluye al resto, por cualquier causa que crea válida.
Una religión para ser considerada tal por la filosofía debería reunir ciertos requisitos, entre ellos presentar un conjunto de conocimientos admisibles, fundados racionalmente, aunque en última instancia esos conocimientos se basen en la fe. Debe exponer sus creencias en forma lógica y coherente, aunque afirme verdades sin demostración racional. La lógica sobrepasa a la razón y la establece, aunque esta última pueda justificarla (demostrar su validez), como la vida sobrepasa a la naturaleza y la establece, aunque esta puede demostrar la existencia de la vida y su realidad. En fin, esa religión que la filosofía admite como válida no debe practicar ritos absurdos, inhumanos (como el sacrificio de personas), supersticiosos, ni ordenar maldades como el asesinato, la discriminación racial, cultural y política, el despojo del resto de la gente por parte de un grupo usurpador cualquiera, incluso sacerdotal, no aprobar la injusticia, ni aceptar la construcción de armas devastadoras y consagrar las guerras de despojo.
Y en el orden moral esa religión debe instar a la perfección del carácter, de las relaciones entre los hombres, al cuidado de la naturaleza, al trabajo, a la manutención de la familia, y fomentar el respeto al prójimo. Debe reconocer la libertad de adoptar cualquier otra religión, no perseguir a las minorías, no prohibir una práctica distinta, como sucedió con la Inquisición, no expulsar a las poblaciones de diferente religión, como sucedió con los budistas en la India, expulsados por los hindúes, ni masacrar a las minorías religiosas, como en “la noche de San Valentín” en París. No debe prohibir las libertades ni la representación políticas por parte de personas de otra religión, ni la libertad de que se organicen en entidades, que tengan escuelas, enseñen sus creencias y una lengua diferente a la local, cumplan con sus rezos y festividades. No debe prohibir la publicación de libros y otros impresos, ni comerciar, ejercer el derecho de propiedad, edificar templos, etc., a las personas de otras religiones.
Una religión del tipo de las occidentales (cristianismo, judaísmo e Islam) se distingue por la creencia en Dios, en la creencia en la creación del mundo y de todos los seres por parte de la Omnipotencia divina, en el más allá y su recompensa, en un día final o día del juicio, en la eternidad de la vida o del alma, en la existencia de una potencia maligna enemiga del hombre, en la Revelación por parte de Dios de los mensajes divinos dirigidos a los hombres que conforman los libros sagrados, en los mensajeros mediadores de esos mensajes, seres especiales por encima del común de la humanidad (los Profetas), en la santidad y la vida mística, en la existencia de ciertas potencias superiores, presentes en todos los ámbitos de la existencia, potencias llamadas ángeles, y además practican ciertas obligaciones alimentarias (abstenciones de ciertos alimentos, ayunos, comidas especiales), y practican costumbres matrimoniales, de higiene, etc., pero a pesar de ello la filosofía no se interesa especialmente por esos asuntos, porque son de la creencia pura, sin que dejen de presentar conocimientos, pero asentados sobre todo en la fe.
Es importante saber que la fe no se entiende en todas las religiones de la misma manera, ni incluso se la entiende igual en el judaísmo, el cristianismo y el Islam, tres religiones de un mismo origen, el del padre Abraham. La fe para el judaísmo se asienta en tres asuntos principales, pertenecer a un determinado pueblo, tener prometida una determinada tierra, y practicar ciertos mandamientos (613 en total), tanto deberes como prohibiciones. La fe para el cristiano es principalmente creer en la crucifixión y el perdón de los pecados, ir a misa y participar de la comunión. La fe para el Islam es un don intelectual y secreto entre el hombre y su Señor, o como dice una tradición “creer en Dios como si le vieras (le conocieras) porque aunque tú no le ves Él te ve”. Entonces, la fe en el judaísmo es histórica y social, en el cristianismo es emocional y ritual, y en el Islam es racional. Esto sin hablar de las religiones orientales, como el hinduismo, el budismo, el sijismo, el chintoísmo, el lamaísmo, y otras expresiones de la creencia, tan distintas entre sí que es posible dudar de clasificarlas bajo el mismo título de “religiones”.
La filosofía debe estudiar todo lo que no concierne a la fe, porque a pesar de ser esta muy distinta entre las religiones, todas ellas tienen en común que la fe no se basa exclusivamente en la razón, que o bien es un don espiritual venido de Dios, o es un sentimiento profundo del creyente que le permite alcanzar la salvación, o es la adhesión a la tradición de los padres sin discusión alguna, o es seguir una práctica ascética profunda cuyo resultado es alcanzar el estado de la iluminación, etc. Por su parte la filosofía se basa principalmente en la especulación racional, en poner a prueba una hipótesis, en no respetar necesariamente la autoridad de los filósofos anteriores, pues toda filosofía comienza con cada filósofo.
Entonces, ¿qué es una religión? Es la fe en un principio supremo distinto al resto de las cosas, pero presente en todas ellas. En las religiones del tronco abrahámico (cristianismo, judaísmo e Islam) es la creencia en la Unidad divina, un Dios Uno, Unico y Absoluto. Además en ellas es la creencia en la Revelación (los libros sagrados dictados o inspirados a los Profetas), la creencia en los Profetas (que figuran en el Antiguo Testamento, en los Evangelios y en el Sagrado Corán), creer en el juicio personal y en el universal, en el perdón de las faltas y la recompensa de los actos, tanto con el goce del más allá o con el castigo, en la existencia de los ángeles o espíritus superiores, en que Satanás ejerce la tentación para el desvío de los hombres, en la práctica de la caridad, de la misericordia, del perdón de las ofensas recibidas, de la buena conducta moral, con la familia y con la humanidad, etc.
La religión tiene pues dos aspectos, uno teórico y otro práctico, el teórico concierne a las creencias, y el práctico a los actos. La filosofía enfoca especialmente el teórico, pero sin basarse en la fe, no porque la filosofía se deba sentir autorizada para desmentir la fe (excepto en el caso de los filósofos del humanismo ateo), sino porque esta es de otra índole, de otro orden y esencia que los de la filosofía.
En cuanto a la parte teórica, en la que la filosofía comparte ciertos temas con la religión, la filosofía estudia ciertos principios generales, como la creencia en Dios, sin especificar nada en particular, como por el contrario lo hace la religión. Por ejemplo, la religión cristiana indaga sobre “la naturaleza divina, una y trina”. A la filosofía no le interesan estas distinciones sino solamente la idea pura y simple de “Dios”, a la que no agrega nada fuera de ella misma, concebido como el principio universal y absoluto que funda toda realidad. En lugar de proponerse la fe en ese principio, la filosofía pone a prueba la racionalidad del mismo, especula sobre él. Y en lugar de plantear consecuencias favorables o desfavorables por adherir o rechazar esa idea, la filosofía quiere justificar lo que sostiene sobre él, con razones válidas, fundadas. Y en lugar de plantearse cierta práctica consagrada para armonizar con ese principio solamente admite un método de vida coherente con la ciencia.
Sin embargo, todo esto no dice nada a favor de la filosofía ni en contra de la religión. La distinción entre ellas la aportan las personas, unos inclinados a la racionalidad aséptica, y otros a participar de corazón y con devoción de sus creencias. En definitiva, los dos son enfoques distintos sobre la misma realidad, a la que ningún enfoque posible capta en su totalidad. Excepto que es conveniente que los que se inclinan por uno de ellos lo practiquen, porque la prueba y la realización completa de la persona está en hacer aquello que más se adecua a su condición humana, a sus cualidades, y a la aspiración que la anima.
La objetividad de la filosofía no asegura indefectiblemente la veracidad de sus conclusiones, es apenas un método posible para convencerse de la verdad, y el mejor de los métodos pues supera el desvío de las emociones, del fanatismo y del capricho. Pero la certidumbre a que llega el creyente sincero, que se aparta también de esas tendencias negativas, no es menos eficaz para alcanzar la seguridad de estar en la verdad. Y agrega además una práctica concreta de vida que el científico no se ve obligado a cumplir. Quizás por esto el creyente sincero está más seguro y es más firme en sus creencias que el filósofo estudioso, quien suele poner en duda en un momento sus resultados más firmes, para luego volver a ellos, o bien para contradecirlos abiertamente.
© Prohibida la reproducción parcial o total del texto sin citar al autor Sheij Alí Al-Husainí www.islamsiglo21.com
[1] Esta rama de la antropología enfoca su estudio sobre las creaciones culturales de los pueblos, teniendo en cuenta sus distintas idiosincrasias, como las diferencias culturales entre un pueblo y otro, y entre los diversos grupos que componen a cada uno en particular. Por ejemplo, estudia las creaciones artísticas, literarias, científicas, religiosas, institucionales, pero no históricamente sino como parte de la cosmovisión de cada pueblo.
[2] Así se denomina a la rama de la antropología que estudia en especial las etnias o grupos raciales, pero no desde el punto de vista físico sino cultural. Por eso normalmente se confunde con la antropología cultural.
[3] Nos referimos sobre todo a los estados de occidente, y en especial a la iglesia católica, por ejemplo en América latina y España. Otro escenario totalmente diferente es el que presentan los países del extremo oriente, como China y Japón, e incluso la iglesia ortodoxa perseguida en Rusia y en los países comunistas durante el comunismo, o la misma iglesia católica en esos países (en Polonia comunista por ejemplo), o en los países occidentales altamente tecnificados, como Alemania y Francia, o los mismos EEUU de norte América. Esto sin mencionar la India y la región del Islam en las cuales la religión se conjuga con la cultura popular y es independiente de la política estatal, tanto como puede serlo.
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