Respuesta a: ¿Es Jesucristo Dios encarnado?

Foro Islam siglo 21 ¿Es Jesucristo Dios encarnado? Respuesta a: ¿Es Jesucristo Dios encarnado?

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Sheij Alí Al-Husainí

    Crítica a la doctrina de la trinidad

    1. En los textos sagrados: Históricamente nunca la enseñanza de la trinidad fue mencionada por los Profetas anteriores a Jesús, con todos ellos sean la Bendición y la Paz, por lo que no figura en los libros sagrados de la Biblia. E inclusive, no es mencionada por los evangelios explícitamente. Con posterioridad, en éstos últimos se han introducido algunas correcciones, tratando de registrar tardíamente la doctrina mencionada. Paralelamente, surgieron interpretaciones teológicas de los textos evangélicos tratando de justificar aquella doctrina.
    La más antigua mención, preparatoria de la doctrina de la trinidad, se encuentra en las cartas de Pablo, quien asimila tres términos o categorías a la Divinidad: “Señor (Kirios en griego)”, “Espíritu”, y “Dios”. Otra cita que se menciona al respecto es la de Mateo, cuando dice: “¡Marchad, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo!” (28,19). Es la única vez en que esto es puesto en boca de Jesús (P), aunque se pretende fundar en dicho texto la doctrina trinitaria. Pero resulta que el pasaje en cuestión apareció misteriosamente mucho después de la elevación de Jesús (P) a los cielos, y según algunos dicen, después del Concilio de Nicea del año 325. Otros ven en la fórmula de bautismo antes citada algo completamente aislado en el evangelio, que no tiene correspondencia con ninguna otra parte de él. Se sabe, además, que la comunidad cristiana primitiva no bautizaba “en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo”, y si esto es cierto, queda descartado que Jesús (BP) haya ordenado esa fórmula. Primitivamente se bautizaba “en el nombre de Jesucristo”, y esto está asentado en Hechos 2:38, 10:48, y 19:5. En conclusión, la citada orden bautismal del evangelio de Mateo resulta ser una interpolación, muy posterior a Jesús (BP).
    Por último, hay una frase llamada “comma joánico”, o sea “el cómo de Juan evangelista”, de la primera epístola de Juan (5:7), que dice: “Porque tres son los que dan testimonio, en el cielo el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo, y estos tres son una sola cosa. Y tres dan testimonio en la tierra…”. Se sabe que este pasaje fue interpolado en el siglo octavo, y el primero que lo comentó fue Prisciliano, un teólogo español que sostenía ciertas teorías teológicas muy particulares.
    Se concluye de todo ello que en los evangelios no existe ningún tipo de mención sostenible referente a la trinidad, y que las que se alegan no son la auténtica prédica de Jesús (P). Menos aún en el resto de la Biblia podríamos encontrar algo al respecto. Esto es por lo que hace a los textos sagrados.

    2. Según la interpretación teológica racional: En cuanto a la interpretación sabia, veamos por qué es impugnable esta doctrina. La teología de la trinidad tiene dos alternativas de interpretación posible: O bien que cuando dice que “Dios” es uno y tres a la vez, afirma algo objetivo, concreto, real; o bien que es una afirmación metafórica, simbólica, sin intención de sostener realmente que “Dios” “uno” pueda transformarse en “tres” concretamente, o viceversa.
    Si la afirmación de la doctrina de la trinidad fuera real, se refiere entonces a la distinción real en Dios de tres hipóstasis o personas; pero si fuera metafórica, esa distinción sería simbólica, y realmente sólo hay un Único Divino, sin iguales, pares, o sucedáneos.
    Ahora bien, el problema es que la doctrina de la trinidad mezcla ambas modalidades de la afirmación, tanto sostiene que lo que dice es real, como que es simbólico o metafórico, es decir que “Dios” es tres realmente, y que ello se dice también simbólicamente. Esto es absurdo, pues una alternativa excluye a la otra. Concibe a la trinidad como real cuando afirma que hay verdaderamente tres hipóstasis o personas, “Padre”, “Hijo”, y “Espíritu Santo”, y que las tres son una independiente de la otras; y como simbólica cuando afirma que, en definitiva, esos tres son uno, o simbolizan al Uno, por lo cual no son autónomos entre sí. El resultado es completamente contradictorio.
    Además, deberíamos justificar por qué “Dios” necesitaría distinguirse en tres, en tanto Él, exaltado sea, no hace nada en vano: O bien es por necesidad de cumplir tres roles o funciones distintos; o bien es para exaltar o glorificar junto a Sí a otros aspectos propios de Él, pues en última instancia todo lo que de Él surge es Él mismo.
    Ahora bien, si fuera por la necesidad de cumplir ciertos roles o funciones, limitar a tres esos roles es absurdo, pues la Realidad divina todo lo abarca, y nada puede subsistir fuera de Él, exaltado sea. Se deduce de esto que Sus funciones o roles deberían ser tantos como seres existen, pues Él en todo tiene un acto que cumplir, de lo contrario las cosas dejarían de ser.
    Si por el contrario se interpreta que la “esencia divina” se distingue en tres para exaltar o glorificar un aspecto de Sí sobre otro, por ejemplo, al “Padre” sobre el “Hijo”, esto sería aún más absurdo, porque “todo” Él es de Suyo exaltado y glorificado, no una parte más que otra. Pero además, tal distinción acarrearía la necesidad de distinguir en “Dios”, como lo hace la doctrina trinitaria, tres partes o aspectos, lo cual supone que es una naturaleza o esencia capaz de ser conocida por el hombre, como éste conoce al resto de las naturalezas o esencias, y que por lo tanto se podría definir a “Dios”. Por eso el trinitarismo necesita recurrir a la idea de “hipóstasis”, es decir de persona o personificación de “Dios”, lo cual le permite “definirlo”. El “Dios Padre” es una hipóstasis o persona divina, lo mismo que el “Dios Hijo”, y el Espíritu Santo, y gracias a esta idea pueden atribuir una categoría y función a cada una de las tres “personas”.
    En definitiva, el trinitarismo consiste en personificar a Dios, atribuirle una naturaleza o esencia, y pretender conocerlo en Sí Mismo, exaltado sea.

    3. Derivaciones indebidas de la teología de la trinidad: Los errores a que conducen las “hipóstasis”, o concebir a Dios como persona, son los siguientes: Primero, o bien cada persona es real y distinta a la otra, o bien es la misma, porque sería absurdo que a la vez sea distinta e idéntica. Si concretamente fueran distintas, no tendrían ya una misma esencia racional, por lo que no se puede decir que son esencialmente idénticas, sean dos, o tres, o tantas personas como se quiera, porque cada una debería representar una sola esencia racional, y no más. Los seres no-racionales pueden presentar múltiples formas externas, siendo ellos esencialmente lo mismo, como sucede con las piedras, los minerales, y los vegetales, pero el ser racional se entiende como un individuo autónomo por cada conciencia o persona que exista. En consecuencia, si una esencia racional es idéntica, no es posible que sean distintas las personas, y lo distinto y al mismo tiempo idéntico es algo imposible y absurdo. A Él no se Le conoce de este último modo, pues lo imposible y absurdo no concierne en nada a Allah, exaltado sea.
    El conocimiento de Allah no es misterioso, ni inefable, es decir, imposible de ser expresado en palabras, ya que de ser así sería innecesario, y por lo tanto no obligatorio para el ser humano, ya que alcanzarlo sería imposible. Si Su conocimiento fuera imposible de alcanzar, Allah no obligaría a nadie a conocerle. Pero, por el contrario, a través de todas las Revelaciones habidas Allah nos impone conocerlo, por lo cual, el conocimiento a Su respecto no puede ser ni un misterio, ni imposible, ni absurdo, ni inefable, sino distinto al resto de los conocimientos.
    Segundo. Si Él se distinguiera en Sí Mismo en tres personas, y ello fuera para glorificar y exaltar a una sobre otra, en Él habría un aspecto inferior al otro, sea en razón de que ese aspecto es naturalmente inferior, o bien lo es la función que cumple dicho aspecto. Si suponemos que “Dios” tiene por naturaleza una parte inferior, o menos noble que otra, Él sería una cosa semejante al resto de las cosas, compuesto de partes superiores e inferiores, acopladas entre sí para formar una unidad armónica. En tal caso, necesitaríamos saber cómo surgió, cómo se compuso de ese modo, para qué existe, cuál fue su nacimiento, y cuál será su final, tal como nos planteamos del resto de las cosas naturales compuestas de partes. En consecuencia, Él ya no sería “Dios” sino un ser más entre el resto de los seres. Y sería posible, además, que haya otros seres iguales a Él, como los hay de todos los seres, es decir, que sea generado por otro, y que a su vez genere a otros, exaltado sea por sobre toda indigencia.
    Pero si sus aspectos diferentes, cualquiera fuera su número, fueran en razón de su función o rol, es decir de sus actos, ello no implicaría su naturaleza o ser personal, pues la función o rol normalmente son externos al que los ejerce, no parte de su naturaleza. Desde este punto de vista, es imposible afirmar que sea necesario que Dios se distinga en Sí Mismo para ejercer un rol o función determinados (como el de la vida, por ejemplo, que según sostienen ejerce el “Padre”, o el del conocimiento, que cumple el “Hijo”), como no se distingue esencialmente un ser humano cuando ejerce cierta función distinta de otra.
    Pero aun suponiendo que la función o rol sea parte de su naturaleza (como el pensamiento es parte del cerebro, o la contracción es parte del corazón, exaltado sea Allah sobre todas las cosas), en tal caso no podríamos distinguir a “Dios” respecto de su propia función, pues ésta sería interna a Él, no habría nada externo. En consecuencia, Él se multiplicaría en Sí Mismo tanto como funciones o roles ejerce, tanto como es múltiple el cuerpo humano, que tiene una función circulatoria, otra muscular, otra nerviosa, etc. Y siendo sus funciones o roles en número muy grande, imposible de ser calculado, Él sería entonces todo eso, pues nada se produciría que se pudiera diferenciar de Él. Todo, sea lo que fuera, sería sólo una función o rol Suyo, exaltado sea sobre todas las cosas. En tal caso, como se deduce naturalmente, ya resultaría absurdo hablar de “trinidad”, y debería hablarse mejor de “multiplicidad infinita”. Cada cosa sería “Dios”.
    Tercero. Si Él se personificara en “Padre”, “Hijo”, y Espíritu Santo, deberíamos justificar la existencia del resto de las cosas, fuera de estos tres: O bien diríamos de ellas que son “personas”, como las tres “personas divinas”, o bien que son ficciones, pues sólo aquellas tres tendrían divinidad, o lo que es lo mismo, realidad verdadera. Si, por el contrario, el resto de las cosas derivaran del “Padre”, como derivó el “Hijo”, serían todas ellas también divinas como éste último, lo mismo que si derivaran a la vez del “Padre” y del “Hijo”, como, según una de las interpretaciones trinitarias, derivó el Espíritu Santo. De lo contrario, habría por un lado “naturaleza divina”, y por el otro “naturaleza no-divina”, derivada esta de la misma Divinidad, lo cual es absurdo.
    A todos estos absurdos conduce la equívoca doctrina de la personificación de Dios, sea en una, dos, tres, o más personas, o en todas las cosas que existen.

    4. La doctrina de la Unidad divina absoluta o Al-Tauhíd: La conclusión es que no se debe personificar a Allah Exaltado; ni se Le describe como una “naturaleza”; ni como una cosa común, junto al resto de todas las otras cosas. Ni se dice de Él que genera o que fue generado; ni se dicen de Él, sea de modo real o metafórico, cualquiera de los errores mencionados anteriormente.
    Tampoco se dice que conocerlo, exaltado sea, sea un misterio, ni que ello resulta inefable, imposible de ser expresado. Ni que tiene partes, unas superiores a otras; ni que necesita distinguirse en Sí Mismo para actuar; ni que la Creación es Él mismo, o bien que está fuera de Él, ninguna de ambas cosas. Por el contrario, debe decirse que Él se manifiesta en todo, pero no es algo ubicable en nada; no se personifica, ni en una, ni en dos, ni en tres, o en múltiples personas. Él no es múltiple sino Uno, Único, Absoluto, Oculto y Manifiesto; no procrea ni fue (o es) procreado; y no tiene semejantes. Él no tiene cuerpo, ni extensión, ni se ve o contacta por los sentidos. Es Real, con una Realidad mayor al resto de las cosas, y si bien se dice de Él que es una “cosa”, sólo es para afirmar Su Realidad, no para compararlo con las cosas creadas.
    No se Le conoce del mismo modo que al resto de las cosas: Sus Nombres y Atributos son símbolos de Él mismo, no calificativos que lo limiten o definan; su Sí Mismo es Oculto, y está más allá del Ser. No se dice de Él, “el Ser Supremo”, o “el Primer ser”, o “la Causa primera”, porque Él en Sí Mismo no se encuentra en el primer escalón de la escala de los seres, a la que Él establece, estando en Sí Mismo más allá del ser. Sus Nombres y Atributos constituyen nuestro modo de conocerlo, no divisiones reales en Él mismo. No se dice de Él “Uno” en un sentido numérico, como “el primero de los iguales”, ni en el sentido de la multiplicidad, como “uno entre varios”. Él es Uno en el sentido de Absoluto, la única Realidad realmente Real. Por eso el versículo 5:73 dice: …no habiendo [por el contrario] ningún Divino, sino un Divino Único, es decir, no hay en la Creación nada Divino, excepto que Allah es el Único Divino, sin iguales, ni pares, ni sucedáneos.