Semblanza del Múrshid Sheij Alí Al-Husainí (7)
La comunidad de Abdul Qadr Al-Sufi
Cuando regresaba de Suiza a Buenos Aires el Múrshid hizo escala en España, donde se alojó en Murcia por unos días
en la casa de un matrimonio mayor, seguidores de Schuon. Ellos le recomendaron que hiciera un viaje turístico guiado a Córdoba, Sevilla y Granada. Por cierto que no le interesaba precisamente seguir el itinerario prefijado por la agencia de turismo, a bodegas y fábricas de chorizos, así que se separó del grupo para averiguar por musulmanes, mezquitas, etc. En Córdoba alguien le indicó la casa de un grupo de españoles proveniente del catolicismo, que seguían al sheij Abdul-Kader Al-Sufi. (1) Este tuvo más éxito en España que en su país, y mucha gente lo seguía en Andalucía. (2)
La primera impresión del Múrshid fue la de estar en presencia de un grupo «semi-hippie», con algunas tendencias hacia la marihuana y la promiscuidad. Pero en Europa no se puede ser muy exigente, y es posible encontrar gente que se haya dedicado a la droga y quiera superarlo. Le indicaron que el sheij se encontraba en Granada, en el Albaicin (3), su centro principal, justamente hacia donde se dirigía el contingente turístico. Al llegar a Granada se desvinculó definitivamente de ese contingente (4), y se quedó uno o dos días con la tariqa, observando su funcionamiento, que era un poco más ordenado que el de Córdoba, pero no pudo contactarse con el sheij Abdul Kader Al-Sufi porque se encontraba en Inglaterra.
En un viaje posterior a Europa, al que fue invitado para participar de un congreso, pudo finalmente reunirse con el sheij, traductor de por medio, pues él no hablaba el español ni árabe. Era un hombre de unos cincuenta años aproximadamente, que tampoco brillaba por su sabiduría, una persona más bien pícara, con gran influjo sobre los jóvenes. En este segundo viaje a Granada el Múrshid tuvo su primera jáluah (5), que duró tres o cuatro días, y fue todo un acontecimiento para él, pues recibió muchas bendiciones en ella.
El mismo sheij se sorprendió de su relato, al punto de manifestar que «eso era lo que cuentan los sufis», por lo que se dio cuenta de que ese sheij no había tenido esa experiencia y, entonces, no había logrado grados en el orden espiritual.
Luego el sheij lo invitó a Inglaterra, a una localidad cercana a Londres donde tenía su záuiah, alojándolo en Londres en casa de uno de sus discípulos, un tal Ibrahim Thompson. La principal práctica del grupo era el dikhr y la hadrah (como la llamaban ellos) que consistía en formar una ronda de pie repitiendo «haii». (6) Una vez terminada su jáluah el sheij le sugirió hacer un viaje a Marruecos, donde él ya había estado aprendiendo de las comunidades sufis allí establecidas, y le dio referencias para recorrer ese país, con el solo interés de conocer sus vínculos, la fuente de donde decía beber. Viajó entonces con Abdurahman Colombo, un argentino radicado en Granada, a la ciudad de Fez, en Marruecos, donde el sheij Abdul Kader se había vinculado con la tariqa del sheij Al-Alawi, a través del sheij Muhammad Ibn Al-Habíb, que ya había fallecido. Visitó entonces la tumba de éste y su záuiah. Cabe destacar que el Múrshid había soñado con anticipación que este sheij le transfería la función de enseñar a seres especiales. Sidi no conocía la existencia de Muhammad Ibn Al-Habíb, realmente, hasta que se lo mencionó, y reconoció que era aquel con quien había soñado. (7)
También llegaron a Meknés donde visitaron a un ualí llamado Maulai Hásan Al-Maydhúb, y le llevaron en la primera ocasión un presente (8), azúcar para su casa, que Al-Maydhúb les agradeció mucho. «Maydhúb» significa «atraído», «colgado», por su estado espiritual desconectado del sentido común, y se comportaba como un niño. (9) También fueron a ver al Ualí de Bahlíl, una localidad cercana a Meknés, a quien le llevaron dos o tres corderos, y comieron con él.
El sheij Abdul-Kader Al-Sufi, de motu propio, nombró en Londres al Múrshid muqqadam de él en la Argentina, lo que Sidi no buscaba de ningún modo, algo que era aleatorio para él. No obstante lo cual lo tomó con mucha responsabilidad, al punto que regresó con mucho entusiasmo a la Argentina a establecer un sufismo abierto a todo el mundo. Durante un breve tiempo estuvo convencido de que representaba al sheij Abdul-Kader Al-Sufi, hasta que se produjo su rompimiento con él, muy cercano a la fecha de este «nombramiento».
(1) Su nombre civil es John Dallas, y había sido en su juventud organizador del grupo de rock llamado «Rolling Stones»
(2) Para muchos de ellos la adhesión al Islam era reivindicar sus raíces, porque consideraban que sus ancestros habían sido víctimas de la Inquisición, que se les había prohibido su fe, y adoptar el Islam representaba para ellos la recuperación de su propia tradición. Curiosamente se repite esa situación en América del Sur, donde muchos negros descendientes de africanos, esclavizados por los conquistadores europeos, han adherido al Islam, como nos comenta un estudiante de nuestra Universidad residente en Popayan, Colombia.
(3) Este nombre deriva del árabe al-barizin, que significa «los que están elevados» o «los del alto».
(4) Un grato recuerdo del Múrshid sobre esta excursión es el de un matrimonio italiano con dos hijos adolescentes, que quizás al verlo solo lo integraron a ellos durante dos días, como si fuera de su propia familia, con mucha amabilidad y cariño.
(5) Retiro espiritual
(6) Práctica casi universal en el Tasauúf. En Egipto y en Turquía, por ejemplo, es la práctica más común. Una variante de ella es la de los derviches giradores de Turquía.
(7) Nuestra yamá‘ah cita poesías de él y del Sheij Al-Alawi en el «Diwan de los Sabios».
(8) Ellos tienen por costumbre dar de comer y si uno no ingiere esa comida llegan a ofenderse. Y se acostumbra llevar algún presente, pues es gente muy humilde. Ofrecer algo para compartir es parte del adab, la educación espiritual.
(9) Estas palabras describen al sufi que en su experiencia extática ha quedado como «colgado» del más allá, por lo que su proceder resulta extraño a los que no conocen.