Tradiciones del Imam Alí Al-Rida (BP) acerca de la conciencia en el Islam
Sobre el Primer Manifestado
En una tradición del Imam Alí Al-Rida (P) un mutakallimita llamado `Imrán Al-Sabi pide al Imam (P): “Infórmame sobre el Primer Ente y lo que Él creó”. Responde el Imam (P):
1. Has preguntado, ¡comprende, pues! Él Uno no deja de ser en absoluto Uno, Existente, sin otra cosa junto a Él, sin tener límites ni accidentes, y no cesa de estar así.
2. Luego creó un ser, innovado, con distintos accidentes y límites. No lo constituyó sobre nada, ni respecto de nada lo limitó, ni lo asemejó a nada, ni imitó nada en él.
3. Y luego de esta criatura Él hizo lo esencial y lo no-esencial, lo distinto y lo semejante, tipos, especies, y clases, no por una necesidad que Él tuviera de ello, ni por obtener la excelencia de una categoría que Él no obtendría sino con ello, ni en lo que creó Él procuró para Sí Mismo crecimiento o decrecimiento.
4. …si Él hubiese creado lo que creó por una necesidad, no habría creado más que lo que Le sirviera de ayuda en Su necesidad. Pero en tal caso, sería necesario que hubiese creado mucho más de lo que creó, porque cada vez que los auxiliares aumentaran, Su Dueño sería más poderoso (y necesitado de ayuda). Y la necesidad… no se satisfaría, porque cada vez que creara una cosa no dejaría de suscitar con ella una nueva necesidad (como sucede en los hombres). Por eso digo: No creó en absoluto la Creación por una necesidad.
5. Por el contrario, transfirió a las criaturas las necesidades, de unas respecto de otras, y las distinguió a unas sobre otras, sin tener Él necesidad del que distinguió, ni odio al que menospreció. Por eso Él creó (es decir, para probar a unas con otras). `Imrán siguió preguntando: “¡Señor mío! ¿Él Ente se distinguió a Sí Mismo?”. Respondió el Imam Alí Al-Rida (P):
6. La distinción solamente está en una cosa para negar lo contrario, y para que la cosa misma tenga existencia gracias a lo que se niega en ella. Pero en Él no hay nada que Lo contradiga para que por necesidad tuviera que negar esa cosa de Sí Mismo, mediante la delimitación de un conocimiento a su respecto (es decir, mediante el conocimiento definido de esa cosa). Continuó `Imrán: “Infórmame con qué Él conoce lo que conoce, ¿con una conciencia, o con algo distinto a ella?” Respondió el Imam (P):
7. ¿Consideras que si Él conociera con una conciencia podrías evitar aplicar a esa conciencia un límite en el cual se terminara el conocimiento? …¿Qué es esa conciencia?… ¿Si te preguntara por la conciencia no tendrías que definirla con otra conciencia?… ¡He frustrado lo que sostenías y pretendías, `Imrán!
8. ¿No es necesario que comprendas que al Uno no se Lo califica con “conciencia”, y que de Él no se dice más allá de “hace”, “actúa”, “produce”, ni se imagina en Él aspectos y parcialidades como los aspectos de las criaturas y sus parcialidades? ¡Comprende esto y basa en ello tu conocimiento cierto! Dijo `Imrán: “¡Señor mío! ¿Me podrías informar acerca de los límites de Su Creación: Cómo es ella, cuáles son sus significados o sentidos, y en base a cuantas especies (clases o tipos) se encuentra creada?”. Respondió el Imam (P).
9. Por haber preguntado, ¡comprende! Los límites de Su Creación se basan en seis especies:
- 1°) Lo tangible, ponderable (que presenta peso) y observable;
- 2°) lo que no tiene peso, que es el espíritu;
- 3°) lo observable sin que tenga peso, ni sea tangible, ni se perciba por los sentidos, ni tenga color, ni gusto;
- 4°) lo posible (o lo predeterminado);
- 5°) los accidentes, las figuras (o formas), lo ancho y lo alto;
- 6°) la acción y los movimientos que producen a las cosas y las determinan, las cambian de un estado a otro, las acrecen y decrecen. En cuanto a las acciones y los movimientos transcurren porque no tienen momento alguno más de lo que sea necesario para ellos (acción y movimiento), por lo que cuando quedan libres de algo pasa el movimiento y perdura el efecto. Esto es igual a lo que uno dice, que “pasa pero perdura su efecto”. Dijo `Imrán: “¡Señor mío! ¿Me podrías informar sobre el Creador? ¿Si el es Único, y nada hubiera fuera de Él ni junto a Él, Él no habría cambiado cuando hizo la Creación?” Respondió el Imam Al-Rida (P);
10. Él, Poderoso y Majestuoso, no cambia en absoluto por haber hecho la Creación, sino que la Creación cambia porque Él la modifica. Dijo `Imrán: “¿Con qué podemos conocerle?” Respondió el Imam (P):
11. A través de otro que Él. Preguntó `Imrán: “¿Qué cosa es “otro que Él”? Respondió Al-Rida (P).
12. Su Voluntad, Su Nombre, Su Atributo, y todo lo que sea semejante a esto. Todo ello es algo hecho, creado, predispuesto. (Al-Tauhid, Sheij Al-Sadúq Ibn Babuiah, págs. 430 a 433)
Comentario
El mutakallimita, como erudito en los principios de la doctrina islámica a los que analiza con su razón natural, estaba preocupado por el problema del Origen del universo, más aún que por hablar sobre Allah en Sí Mismo. Esto es así porque la ciencia del Kalám, o teología racional islámica, descarta de hecho que Allah pueda definirse. Al decir él “el Primer Ente” no se refiere tanto a Allah en Sí Mismo sino a la Primera Manifestación, porque Allah no es concebido como “ente” por la metafísica islámica.
(1) El Imam (P) no contesta con las mismas palabras de la pregunta, y en lugar de aludir al “Primer Ente” para referirse a la Divinidad, se refiere al Uno, y lo concibe como el Principio que no puede definirse, y al que por lo tanto no le cabe la palabra “ente”. El Principio Supremo no tiene a su vez principio, por lo cual es imposible describirlo en Sí Mismo bajo cualquiera denominación similar a las que se aplican a los seres. Sólo se lo puede mencionar sin definirlo, y hablar sólo de Sus manifestaciones. Además, los términos que deben usarse a Su respecto deben ser exclusivamente los que menciona la Revelación y la tradición profética.
(2) La única distinción que hace el Imam (P) entre el Uno y el ser creado por Él, es que éste último tiene “accidentes y límites”, pero no los tiene el Uno. Sin embargo, el Primer Ser creado es tan indefinible en sí mismo como el Uno, porque el Imam (P) descarta toda analogía a su respecto. En este sentido es como el Uno, aunque se trate de un ente creado. Pero, por otro lado, no podemos definir en absoluto el vínculo entre el Uno y el Primer Manifestado, que no es un vínculo ni temporal, ni espacial, ni de precedencia, ni de generación o emanación, ni de representación o delegación de funciones, etc.
(3) En este punto el Imam (P) se refiere a los atributos de la Creación que Allah manifestó a partir del Primer Manifestado. Así surge la multiplicidad, y las cosas que aparecen se caracterizarán por las diversas condiciones y cualidades que les atribuye el Imam (P). Podemos ya hablar de “entes” y, por analogía, hablar de sus accidentes (características) y diferencias. Es d e destacar que mientras el Imam (P) menciona los accidentes y límites del Primer Ser, a pesar de ello no los describe en absoluto. Por el contrario, se refiere más detalladamente a los mismos cuando se trata del resto de los seres, mencionando esencia, tipos, clases, etc. Esto nos sugiere que el Primer Ser es indescriptible debido a su perfección, y que por eso resulta incomparable a los otros seres. Cuando en el Tauhíd decimos “Esencia divina”, lo hacemos metafóricamente, para referirnos al Sí Mismo de Allah, puesto que las esencias son una manifestación de los seres en el mundo, y ese concepto no puede ser aplicado a Allah, exaltado sea, por ser un concepto limitativo. Además, sólo conocemos las esencias al contraponer la multiplicidad entre sí.
(4) y (5) El Imam (P) utiliza la palabra “necesidad” para referirse a la dependencia de unas cosas respecto de otras. Por lo tanto, todas las cosas, excepto Allah, son indigentes, es decir, dependen unas de otras para existir. De allí surge la prueba, que es la condición de nuestro mundo, pues la mutua dependencia constituye una oportunidad para el bien o para el mal. En consecuencia, es imposible atribuirle a Allah tal condición.
(6) Imrán reitera la misma pregunta del inicio: ¿Cuál es el vínculo entre Allah, al que él llama “el Ente”, y su Creación? Aquí desea conocer si la Creación surgió como una distinción dentro de una hipotética “sustancia” divina. El Imam (P) niega lo que supone Imrán, y afirma que cualquier distinción implica una contradicción, y en Allah, exaltado sea, es imposible toda contradicción.
(7) y (8) En estos dos puntos se muestra por primera vez que la discusión entre el Imam (P) y el racionalista constituía una polémica. Él racionalista pregunta por la conciencia intentando ahora otro argumento para definir el vínculo entre Allah y la Creación. Piensa que si Allah, exaltado sea, tuviera una conciencia, como la tienen los hombres, podría ser definido como una persona, como se hace con los hombres. El Imam (P) utiliza dos argumentos para responderle: Primero, que solamente podemos hablar de “conciencia” contraponiéndola a la inconciencia, y en el caso de atribuir conciencia a Allah le deberíamos atribuir también una inconciencia; segundo, que la conciencia solamente puede definirse por otra conciencia, igual o superior, y en el caso que Allah tuviera una conciencia, el hombre debería tener una conciencia igual o superior para poder conocer y definir la Conciencia Divina. Por experiencia propia sabemos que esto no es así. En conclusión, es imposible atribuir a Allah una conciencia. Luego, en el punto ocho, el Imam (P) afirma que la conciencia es un aspecto o parcialidad del ser humano, y Allah no tiene aspectos ni parcialidades. Este es el tercer argumento del Imam (P).
Explicación sobre la concepción de la conciencia en el Islam
Debemos conocer qué significa “conciencia” para el Islam, y por contraposición qué significa ella para la actual ciencia moderna. En el Islam “conciencia” es idéntica a conocimiento, siendo que el conocimiento es la expresión máxima del ser humano, y es el estado de conciencia propiamente dicho. Por el contrario, la idea generalizada que actualmente predomina en Occidente es que la conciencia, además de conocimiento, puede ser muchas otras cosas, como instinto, emociones, sentimientos, etc. Para ello han forjado diferentes conceptos como “subconciente” e “inconciente”, que constituyen los principales. En árabe “conciencia” se denomina “uiydán”, y deriva del verbo uáyada que significa “encontrar”, “hallar”, y que tiene otras derivaciones como uayd, que significa “revelación mística” o “éxtasis”, e iiyád que significa “hallazgo”, “descubrimiento”. Un sinónimo de uiydán, conciencia, es damir, que proviene de la palabra dámara, que significa “encerrar”, “ocultar”, “cubrir”. Podemos en general describir a la conciencia como un “darse cuenta”, un estado de atención. Pero en el Sagrado Corán se la menciona como “recuerdo”, o “persuación” (dhikr), y es contrapuesta a “descuido” y “negligencia” (gáflah), y a veces al olvido (nisián). En el Islam la conciencia llega a su plenitud en el autoconocimiento, y una máxima sabia expresa que “quien se conoce a sí mismo a su Señor conoce”, siendo que “conocimiento”, como ya dijimos, es idéntico a “conciencia”. Entonces, el conocimiento o la conciencia en su estado pleno son signos de la Presencia divina en el hombre, es decir, signos de que los Atributos de Allah han llegado a su máxima expresión en una persona. Por el contrario, en Occidente se vincula a la conciencia exclusivamente con el ego. El primer paso en este desvío lo dio Tomás de Aquino, quien consideró que el conocimiento no procedía de nada externo al hombre, que no había un intelecto agente trascendente. En la metafísica islámica se describe al intelecto humano como pasivo, es decir presentando posibilidades todavía no manifestadas, por ejemplo un conocimiento todavía desconocido. El intelecto activo o agente es el que nos otorga todo conocimiento verdadero, que suscita en nosotros, como la luz del sol manifiesta los colores. En definitiva, el intelecto agente es el origen del intelecto humano, pero lo trasciende, como el sol trasciende a las cosas. La relación del intelecto agente con el hombre es la que describe Jesús (P) a sus apóstoles, cuando les dice: “Y cuando vayáis a ellos no os preocupéis por lo que habréis de decir, sino que el Espíritu Santo que está en vosotros, él hablará por vosotros”. La identificación del intelecto agente como inmanente al intelecto humano, una y la misma cosa con él, quedó firme desde Tomás de Aquino en toda ciencia occidental, hasta hoy. En la filosofía la introduce Descartes (que fue formado en el tomismo), y prevalece en la psicología. Debido a esto el ego en Occidente resultó muy exaltado y se le adjudicaron los atributos de la divinidad. Contrariamente a ello, en las tradiciones espirituales, y especialmente en el Islam, sigue prevaleciendo la doctrina sobre que el ego es un velo, y en última instancia, un enemigo que nos impide obtener las mercedes divinas. Esta cuestión del intelecto agente está estrechamente ligada a las ya citadas mercedes divinas. Son: mercedes del conocimiento, de la acción, y de la percepción, jerárquicamente mencionadas. Y por otra parte, dichas mercedes no son otra cosa que distintos aspectos de la iniciación. Así como el intelecto agente infunde los más elevados conocimientos metafísicos al intelecto humano, los hombres perciben otras mercedes divinas. Las de la acción, que constituyen las de menor jerarquía, consisten en la armonía del actuar humano respecto del orden del universo, y la experiencia de los que obtienen esas mercedes es que todas sus acciones están bendecidas, y que ellos están protegidos contra todo mal, por ejemplo contra la miseria y la desgracia. Es la experiencia de “coincidir con el momento” en cada acción realizada, de hacer aquello que corresponde y es lo más justo en cada oportunidad. Por su parte, las mercedes de la percepción, de orden superior a las anteriores, son goces particulares del alma, por los cuales se contemplan realidades sutiles inaccesibles a la visión o a la audición sensibles, tanto en la vigilia como en el sueño. La mencionada jerarquía de las mercedes divinas determina la categoría espiritual de las personas, sean o no Profetas (P); las del conocimiento, determinan la sabiduría, las de la acción, determinan los poderes por encima de las leyes de la naturaleza, y las de la percepción, determinan el testimonio de lo suprasensible. Las de orden superior, es decir las del conocimiento, se hacen presentes en las otras dos, y a su vez las de la acción están presentes también en la percepción, es decir en los beneficiados con carismas de percepción. Por último, en lo que se refiere a los Profetas (P) la categoría máxima es la de la sabiduría, representada por Muhámmad (BPD), como igual sucede en el caso de los ualí o amigos de Allah a los que antes aludimos. En nuestra época, en el mundo, dicha categoría espiritual de la sabiduría está ocupada por Al-Mahdí (P). La categoría de las acciones en nuestra época está representada por el Jadr, “el Verde”, que es más antiguo que Moisés (P), pero que como Al-Mahdí (P) todavía existe. Como conclusión, la iniciación tiene dos grados, uno más elevado que el otro, según sea que provenga de la autoridad de Al-Mahdí, o de la de Al-Jadr, con ambos sea la Paz.
(9) Después de preguntar sobre el vínculo entre el Creador y la Creación, con la intención de definir al Creador por esta última, el racionalista `Imrán pregunta sobre la Creación en sí misma. Él Imam (P) le responde que hay seis especies de realidades, sobre la base de las cuales Allah, exaltado sea, creó todas las cosas. La primera es la materia, de cualquier tipo que sea, de este mundo o del otro. El significado de “materia” es muy distinto para la metafísica islámica que el que en la actualidad tiene la ciencia occidental. Lo segundo es el espíritu. Mientras que la materia se distingue por el peso, el espíritu (ruh), que constituye el Soplo divino, como dice el Sagrado Corán (32:4), es la única cualidad que no presenta en comparación a la materia. El Imam (P) no hace, pues, ninguna diferencia entre la materia y el espíritu, nada más que por una cualidad secundaria, como lo es el peso. Y es por ello que en la metafísica islámica no aparece tan pronunciadamente la contradicción entre materia y espíritu, existente en la tradición filosófica de occidente. En tercer lugar, menciona el Imam (P) las ideas o percepciones internas de la imaginación. “Lo posible”, mencionado en cuarto término, es lo predestinado, o sea todas las posibilidades que Allah, exaltado sea, dispuso en cada cosa. En el hombre, por ejemplo, puso el conocimiento, en los vegetales el crecimiento natural, y en los animales la vida sensitiva. Allah, exaltado sea, predestinó cuatro cosas en la vida humana, el nacimiento, la muerte, la provisión espiritual, y la provisión material, aunque la predestinación divina es cambiable y no fatal, pues Él es Omnipotente. Él quinto asunto se refiere a las características secundarias de las cosas que aparecen en el mundo, y que sirven para diferenciarlas entre sí. Por último, menciona la acción y el movimiento, diciendo que originan las cosas y las cambian, las desarrollan y las hacen desaparecer. Alude, pues, a las acciones y a los movimientos, pero no al tiempo y al espacio. Y dice muy claramente que acción y movimiento no tienen una permanencia, como la que nosotros imaginamos del tiempo y del espacio. En realidad, estos dos últimos son abstracciones sin ninguna existencia real, como la experiencia que vivimos en el cine de un espacio y de un tiempo completamente ilusorios. Sin embargo, la acción y el movimiento relativo de lo que se muestra en la pantalla constituyen algo real, que los actores ejecutaron. Del mismo modo, “espacio” y “tiempo”, y en general las categorías racionales con las que ordenamos nuestra experiencia en el mundo, son meras ficciones que nos permiten comprender. En cambio, lo real es el movimiento y la acción, el acontecer. Dice una tradición transmitida por el Profeta (BPDyC): “¡No injuriéis al Acontecer! Porque el Acontecer es Allah”.
(10 a 12) Él último argumento de `Imrán es que si Allah es Absoluto, y la Creación está en Él, al aparecer la Creación Él mismo se habría modificado, exaltado sea. El supuesto del racionalista es que entre Allah y la Creación hay una identidad de substancia, es decir que el ser de la Creación es idéntico al “ser” de Allah, y en tanto que aquélla se modifica, Él también se modifica. La respuesta del Imam (P) es que el Principio es heterogéneo a lo principiado por él, pues de lo contrario no habría ninguna diferencia, ni habría, en realidad, nada creado. Sólo cuando la Creación es diferente al Creador se puede hablar de dos cosas, de lo contrario sólo de una. Pero por experiencia propia sabemos que la Creación debe tener un Principio, pues no se sostiene a sí misma, y que si ese Principio no fuera diferente a ella, no podríamos justificar entonces cómo ella se sostiene. En tal caso la misma creación debería ser principio de sí misma, lo que no encontramos por ningún lado. En cuanto al Conocimiento divino, no se puede decir que en él hubo modificación alguna cuando comenzó a existir la Creación, porque en el Conocimiento divino están contenidas todas las posibilidades, y no se agrega ninguna ni deja de existir otra cuando las cosas pasan de posibles a concretas. En consecuencia la Creación no se identifica substancialmente con el Creador, y por lo tanto, Él no se modifica en nada por el hecho de haber creado. Por otra parte, tampoco a Él se le atribuye substancia, ni ser, ni esencia, como ya hemos visto en otros hadices (Cfr. hadices 24,29, 36, 39 y otros).