Conversaciones con el Sheij Alí Al Husainí (4)
-Salamu aleikum Sidi Murshid, me ha enseñado acerca de la relación de la metafísica con la ciencia (en tanto la última debe fundarse en la primera), de los diferentes planos de la Realidad, de las limitaciones del conocimiento humano, del Sagrado Corán y la matriz del Libro, del rol de los Imames de la Descendencia inmaculada (P) en cuanto al conocimiento del Sagrado Corán, de la inspiración divina y la Revelación (y de cómo ello se producía en los Profetas, Mensajeros y los justos), de la audición y la visión (intuición espiritual o conocimiento infuso) y su ejemplo dentro de su comunidad. Hoy quisiera que me explique, in sha Allah, algunos principios de la doctrina islámica acerca de la Unidad divina. ¿Por qué resulta necesario aprender el Tauhíd?
-Porque la ciencia de Al-Tauhíd, o de la Unidad divina absoluta, es el conocimiento metafísico supremo. El Mensajero de Allah (BPD) dijo: «El Tauhíd equivale a la mitad del Din [de la Fe y prácticas del Islam]». Dicho conocimiento resulta práctico, provechoso, pues transforma la vida de cada uno, y de ese conocimiento depende nuestra propia felicidad. Nos permite conocer todas las cosas con mayor facilidad y coherencia, conocer qué adoramos, purificando nuestras creencias de todo error, superando la ignorancia y la insensatez. ¿Le parece poco?
El conocimiento que existe en nosotros sobre la Unidad divina es una percepción o intuición sobre que hay algo que está más allá de todas las cosas, y que cuando comenzamos su búsqueda comenzamos a discriminar entre el bien y el mal, lo relativo y lo absoluto. El concepto de “Dios” que transmite la sociedad y en consecuencia la familia, es generalmente muy ambiguo, se basa en una concepción cultural, sometida a una tendencia social o política, subordinada a las necesidades de la opinión general. Hoy los padres no pueden responder las preguntas de sus hijos, pues el desarrollo social, cultural y económico obnubiló su comprensión de responder las preguntas simples sobre Dios, que muchos niños se hacen, y sobre otros muchos temas. Generalmente esos padres no poseen una noción definida, y si la tienen se trata de una idea distorsionada inducida por la cultura ambiente.
Acerca de los principios del Tauhíd tenemos la extraordinaria fuente de los Imames (P):
Cuando Alí Ibn Abi Tálib (P) fue interrogado acerca del Tauhíd, respondió: «El Tauhíd consiste en que no imagines [a Allah]» En una tradición de Yá’far Al-Sádiq (P), el sexto Imam, un discípulo le dice: “Escuché a Hishám Ibn Al-Hákam narrar que vosotros (los Imames) enseñan que Allah tiene cuerpo, eterno y autosuficiente, lumínico. Que el conocimiento acerca de Él es obligatorio (para Sus siervos), y que Él se lo agracia a quien Él quiere de entre Sus criaturas”. Respondió el Imam (P.): “¡Glorificado sea El que nadie conoce cómo es Él excepto Él Mismo! No hay nada (ni nadie) igual a Él, siendo Oyentísimo, Videntísimo. No se Lo limita, ni se Lo percibe, ni se Lo contacta, ni se Lo palpa, ni los sentidos lo pueden alcanzar, ni nada puede abarcarlo. No es cuerpo, ni forma (figura), ni imagen (dibujo), ni tiene ningún límite”
El octavo Imam, Alí Al-Rída (P), en un hadíz que sintetiza la mayoría de los aspectos de la Unidad divina expresó: “No conoce a Allah el que [pretenda] conocer Su esencia por asimilación [de Él a otra cosa]; ni lo unifica [cree o conoce su Unidad] el que lo esencializa [Le atribuye una esencia y procura conocerla]; ni acierta a [conocer] Su Realidad el que lo ejemplifica [compara]; ni de Él está cierto el que lo limita [lo concibe como cualquier otra cosa]; ni se dirige hacia Su Absoluto [Eternidad] el que lo indica [señala]; ni a Él significa el que lo asemeja [a las cosas]; ni a Él se humilla el que lo multiplica; ni a Él pretende el que lo imagina. Toda cosa conocida en sí misma [en su esencia] es algo creado, y todo lo que tiene un semejante es algo definido”.
Este hadíz o tradición, complejo y profundo, nos advierte de la imposibilidad de definir a Allah, del error de asociarlo a cualquier ser creado, o de caer en concepciones panteístas. Pero el hadíz no se limita a la negación, con una posición escéptica, sino que afirma algunas posibilidades de conocimiento acerca de Allah a través de la Creación, y mediante el intelecto es posible adquirir conocimiento acerca de Él, y por medio de la fítrah (esencia primordial) confirmar su prueba. De ese modo nos invita a mirar el cosmos, e interpretar sus signos, ya que todo es en Allah, y todo es un símbolo o indicio de su Realidad. El Imam (P) se dirige a los seres que pretenden definir a Allah, sin saber ellos que toda definición es una limitación, pero en cambio el Imam (P) deja deslindado el campo dentro del cual podemos conocer a Allah, exaltado sea.
-¡Me quedé sin palabras! Pero, no hay palabras para expresar lo inefable, ¿verdad?
Le voy a dar un consejo sobre la vía espiritual: El aspirante al conocimiento de la Unidad divina debe partir del reconocimiento de sus propias falencias y de la necesidad de purificación, emprender el combate espiritual (ascesis) contra el ego para que resplandezca el yo verdadero, superar las pruebas de la vida espiritual, lograr el autodominio, acrecentar hasta el máximo posible el conocimiento que equivale propiamente al crecimiento del ser. La comunidad y el maestro son imprescindibles, solo a través de ellos es posible adherir a la vía espiritual profunda. La comunidad representa la humanidad, y el maestro es simboliza la autoridad sagrada de los Profetas (P), sin la cual la comunidad no existe. Esto implica la imperiosa necesidad de que el maestro sea alguien vivo, presente y activo.
-Agradezco sus consejos Maestro, pero le voy a contar algo acerca de mi experiencia en los caminos de la vida: Hace unos años tomé varias clases de remo olímpico. El instructor, bastante estricto, me indicaba mantener los remos a cierta altura al desplazar mi cuerpo con el carrito hacia adelante, bajarlos casi al ras del agua cuando retrocedía, hacer fuerza con las piernas más que con los brazos, inspirar cuando estiraba mi espalda hacia atrás, soltar el aire cuando hacía fuerza con los remos para desplazar el bote hacia adelante, mirar para adelante y no distraerme mirando las palas de los remos al costado, mantener mi espalda erguida, etc. Cuando lograba avanzar en algún aspecto me olvidaba de mantener lo que había aprendido unos instantes antes, para colmo, cuando me esforzaba en aplicar todas las indicaciones juntas me decía, “¡relájese!”. Peor todavía era que estaba aprendiendo junto con mi esposa Baraka (el bote era un doble par con timonel) que observaba toda la escena y se reía por adentro y sonreía por afuera. En fin, no completé las diez clases previstas, abandoné sin graduarme, conformándome con haber aprendido más o menos algo de las técnicas de esa disciplina náutica.
Por otra parte, Ud. me dice: “El aspirante al conocimiento de la Unidad Divina debe partir del reconocimiento de sus falencias y de la necesidad de purificación, emprender el combate espiritual (ascesis) contra el ego para que resplandezca el yo verdadero, superar las pruebas de la vida espiritual, lograr el autodominio, acrecentar hasta el máximo posible el conocimiento que constituye propiamente el crecimiento del ser.”
Entonces me pasa algo parecido; cuando acreciento mi conocimiento retrocedo en mi ascesis; cuando me comporto casi como un santo retrocedo en el reconocimiento de mis falencias, etc. No tengo a Baraka al lado, pero, Allah debe estar mirándome. Pregunto ¿Cuándo podré alcanzar la Sakínah (el sosiego)?
Mire sidi Hasan, después de enseñarle por más de veinte años, no puedo aún asegurarle nada al respecto, mejor relájese. Allah lo va a ayudar porque Ud. tiene una firme intención. Le ofrezco entretanto el siguiente relato:
“Existían dos amigos, ambos hombres de bien, pero, sin embargo, muy diferentes uno al otro. El primero era un hombre muy flaco y alto, de gran devoción. Realizaba sus oraciones con concentración y puntualidad, y a esto sumaba largas oraciones meritorias, dhikr y ayunos. Sin embargo, no era un hombre de mucho conocimiento, era más bien simple y Allah no lo había dotado de profundidad para el entendimiento. El otro era exactamente lo contrario, bajo y de voluminoso cuerpo, era un hombre muy inteligente, constantemente rodeado de libros, capaz de manejar los temas más difíciles y sutiles. Sin embargo, en aquello que su compañero se lucia, él era un desastre. Sus oraciones siempre eran a destiempo y de forma distraída, constantemente se quedaba dormido, los actos meritorios le eran desconocidos, era desprolijo, descuidado, y más que ayunar y moderarse, pasaba todo el día comiendo. Pero a pesar de estas diferencias, los dos amigos eran inseparables y solían ir juntos a todas partes.
Un día, se encontraban ambos en la mezquita, el primero de ellos realizando sus oraciones y dhikr, y el segundo rodeado de libros en un rincón, cuando un joven se les acercó y les preguntó “Disculpen, tengo entendido que ustedes son hombres sabios en religión y quisiera que me respondieran una pregunta ¿qué es más valioso ante la mirada de Allah, el estudio o los actos de devoción?”. El que se encontraba estudiando dejo sus libros y rápidamente respondió “Joven, debes saber que, si bien los actos de devoción son valiosos, no tienen comparación con el estudio, ya que el mayor de los bienes que puedes adquirir es el del conocimiento, por lo tanto, el estudio es muy superior a las practicas devocionales”. Su compañero, que se encontraba haciendo dhikr en ese momento, abrió sus ojos al escuchar a su amigo, y frunciendo el ceño dijo “Amigo, recuerda que estás hablando con una mente joven y puede malinterpretarte. Sin duda que el estudio es provechoso, eso nadie lo discute, pero la salvación del alma se encuentra en la purificación y esta se logra con el desapego y la constancia. Así que lo más importante jovencito, es que te esfuerces en tus oraciones, tus dhikr y tus ayunos”. El estudioso se ofendió al ser contradicho, y contestó “¡Pero qué dices! La complacencia de Allah se alcanza meditando en los grandes temas metafísicos. La devoción no está mal, pero es para las personas simples como tú, este chico quizás tenga mayores posibilidades” a lo que respondió su amigo delgado “¡¿Me estas llamando bruto?! ¡Por lo menos sé contenerme, pues es de bestias no hacerlo, en cambio tu comes todo el día ¿me explicas como complace a Allah esa panza que tienes?” y el otro no se quedó atrás “¡Prefiero ser panzón y no ser un ignorante como eres tú!”
Para ese momento el joven se había retirado temerosamente, al ver a los dos hombres tan coléricos. Y fue tal el escándalo que armaron que tuvieron que echarlos de la mezquita. Una vez afuera, el gordo y el flaco se daban la espalda sin hablarse, hasta que se acercó a ellos un hombre que había escuchado toda la discusión y les dijo “He escuchado los argumentos de ambos, y quisiera contarles de un hombre más estudioso que tú” (dirigiéndose al gordo) “y más piadoso que tu” (dirigiéndose al flaco). “¿Y quién es este hombre?” preguntaron los dos amigos, “Su nombre es Muhammad Al-Baqr, el resolverá vuestro asunto”.
Inmediatamente los dos amigos fueron a ver a Muhammad Al-Baqr y le plantearon la cuestión con gran detalle. Uno presentó todos los argumentos sobre la primacía de la devoción y el otro sobre la del conocimiento. Al concluir los dos oradores, Muhammad Al-Baqr dijo “Si vuestra pregunta se refiere a si es superior el conocimiento o la devoción, debo responder que es superior el conocimiento, y entre muchos otros motivos, hay una razón muy simple, aquel que estudia luego podrá enseñar a otros.” Al escuchar estas palabras el gordo sonría victorioso mientras el flaco bajaba la cabeza, derrotado, entonces Muhammad Al-Baqr agregó “Pero si lo que vosotros queréis es alcanzar la Complacencia Divina, sabed que Allah ama el esfuerzo de sus siervos, así que tu” (dirigiéndose al flaco). “no descuides tus actos devocionales, pero sabe que Allah ama que te esfuerces en el estudio. Y tu” (dirigiéndose al gordo) “continúa estudiando, pero sabe que Allah ama tus oraciones y ayunos. Y cuanto más os esforcéis más grande será vuestra recompensa”.
Al día siguiente, el joven de la pregunta volvió a concurrir a la mezquita, y apenas entró, se encontró con los dos amigos. Pero esta vez, estaban exactamente al revés que el día anterior. El gordo, famoso por ser estudioso, se encontraba haciendo dhikr con gran esfuerzo, y su amigo delgado, leía unos libros de estudio con gran dificultad. El joven, luego de haber presenciado la terrible pelea del día anterior, no entendía lo que pasaba, y los amigos al verlo le dijeron “¡Amigo! Ven con nosotros, queremos agradecerte” pero el joven se dio media vuelta y salió corriendo. Los amigos rieron y volvieron a sus tareas, y con el tiempo se volvieron ambos grandes sabios, llenos de conocimiento y devoción.”
En cuanto al sosiego la sura de la Victoria (48 del Sagrado Corán) es la que menciona el Sosiego con mayor frecuencia, y en la cual es descrito con amplitud: Por cierto que Nosotros te dimos una Victoria evidentísima, para que Allah indulte toda falta que hayas cometido, y todo cuanto realices, y perfeccione en ti Su Merced, y te encamine hacia un Sendero Recto. Y Allah te dará una Victoria poderosísima. Él es Quien hizo descender el Sosiego en los corazones de los creyentes para que aumenten en fe sobre su fe. Y a Allah pertenecen los ejércitos de los cielos y de la tierra, siendo Allah Conocentísimo, Sapientísimo. Para hacer ingresar a los creyentes y a las creyentes en Jardines debajo de los cuales corren los ríos, donde se perpetuarán, e indultarles sus maldades, siendo esto ante Allah un triunfo extraordinario (48:1-5)
La Sakínah o Sosiego concierne al Señorío divino, el Poder sagrado, concedido por Allah a los Profetas (BP), y que se manifiesta en tres favores divinos particulares: El perdón completo y permanente de todo lo pasado y lo futuro, que se debe interpretar como la impecabilidad de los Profetas (P), por la cual conocen el mal pero no lo cometen; segundo, la perfección de la Merced divina, es decir, la plenitud del conocimiento y de la virtud; tercero, el Sendero Recto, esto es el perfecto proceder, guía y ejemplo para los seres.
Los dones particulares de los Profetas (BP) tienen su equivalente en los dones generales de los creyentes, cuyo signo distintivo es la fe, como dice la sura 48: Para que aumenten en fe sobre su fe, y el descenso del Sosiego a sus corazones, siendo Allah Conocentísimo, de la condición de Sus siervos, para darles esas gracias, la principal de ellas, el conocimiento, Sapientísimo de la realidad de sus corazones, para concederles la visión interior y la fe en Allah “como si Le vieras, porque aunque tú no Le ves, Él te ve”, siendo esto ante Allah un triunfo extraordinario.
La manifestación de la Sakínah o Sosiego es el amor a Muhámmad (BPD), la fidelidad a él y a su Mensaje, el Sagrado Corán y la Súnnah por él transmitida: Realmente Allah se ha complacido de los creyentes cuando te juraron fidelidad debajo del árbol, conociendo lo que hay en sus corazones, y haciendo descender el Sosiego en ellos, gratificándolos con una Victoria cercana (48:18)
Los Profetas (P), en los momentos de la tribulación, son asistidos por Allah Exaltado con la Sakínah, el Poder y la Fuerza divinos: Y Allah hizo descender Su Sosiego sobre él [el Profeta], y le confirmó con milicias que vosotros no veis. E hizo que la palabra de quienes son impíos sea la degradada, y que la Palabra de Allah sea la exaltada, siendo Allah Poderosísimo, Sapientísimo (9:40) Aunque es verdad que la tribulación de los Profetas (P) es distinta a la de los simples creyentes, por cuanto Allah los distinguió con la valentía, la perseverancia, la entrega total, como no distinguió al resto de los mortales. Su desasosiego se debe a la condición imperfecta de sus seguidores, que están prontos a abandonar el esfuerzo y huir del combate, pero la Sakínah es permanente en los Profetas (P), no desaparece. ¿Y qué diremos de los que persistieron firmes junto al Profeta (BPD) en las batallas, como Alí y unos pocos otros? Solamente esto: Entre los creyentes hay hombres que cumplieron lo que habían pactado con Allah, unos han expirado, y otros esperan aun [Alí], sin haber violado su pacto en lo más mínimo (33:23)
El Sosiego es lo contrario a la ignorancia y su fanatismo: He aquí que los que son impíos ponen en sus corazones el fanatismo, la obcecación de la ignorancia idólatra (yahilíah) Pero Allah manifestó el Sosiego a Su Mensajero, y a los creyentes, y les asignó la señal del temor, siendo ellos los más dignos de ella y sus merecedores (48:26) La Sakínah requiere de un corazón sincero, que se censure a sí mismo y que aspire a la purificación.
El Poder y la Fuerza de la Sakínah se manifiestan en la Revelación, en los Libros sagrados: Su Profeta [Samuel] les dijo [cuando le pidieron pruebas]: “La señal de [Saúl al] reino será, por cierto, que os haga aparecer el arca, que será traída por los ángeles, en la que hay Sosiego de vuestro Señor, y el legado dejado por la descendencia de Moisés y la descendencia de Aarón. En esto habrá un Signo para vosotros si fuerais creyentes” (2:248) La sola presencia de las Escrituras o Libros sagrados, como el Sagrado Corán y los otros, impone la quietud de la Sakínah, la sacralidad de la realidad frente a la fantasía, el silencio sagrado ante la Presencia divina. Entonces la Sakínah es el interior de la Ká`bah, el Tabernáculo de las Escrituras, el arca de la alianza, el sagrario del Templo de Jerusalén, el nicho de las Luces divinas. Es un aspecto del Trono como una serena oscuridad llena de luz.
Hay un ritmo entre dos polos en el corazón humano: Las creencias con cierto grado de certidumbre, de conocimiento, y por otro lado la impiedad, el rechazo, el encubrimiento que produce la hipocresía, la oscuridad interior, la falta de autoconciencia de la propia realidad, la soberbia satánica, porque toda soberbia es satánica, ignorancia de sí y de Allah. Salir de esto, de las tinieblas hacia la luz, sólo se produce por el esfuerzo espiritual, del cual es maestro Moisés (P), lograr la vida del alma, de lo cual es maestro Jesús (P), obtener los grados espirituales que concede Abraham (P), y tener como meta, qíblah (lugar de orientación) a Muhámmad Rasúl Allah (BPD)
La Sakínah es el autoconocimiento de cada cual, sobre su propia dimensión y forma espiritual, es una fuerza espiritual que Allah manifiesta en los humanos de acuerdo a las circunstancias, y que los lleva de la zozobra a la tranquilidad, y del rechazo a la entrega, y al descubrimiento de la propia forma espiritual.
Se alcanza así la realización o concreción, y el hombre sale entonces del ciclo físico que lo lleva a la muerte, gracias al autoconocimiento. Aunque, debido a su empecinamiento e ignorancia puede seguir en el ciclo físico, con dos variantes: o bien el estatismo, sin cambios, sin esfuerzo espiritual, sin vivencia profundas, como imaginamos a los animales, gozando el individuo, por sus buenas acciones, de cierto grado de Sakínah. La segunda variante es carente de Sakínah, la de la degradación y decadencia, cuando los errores lo atormentan, sin tener él posibilidad de cambiar nada.
Para que se preocupe un poco más todavía, le transmitiré un texto recibido del Maestro por excelencia, al que debemos nuestra fe y guía, texto que figura en Teología islámica: “Las etapas o pasos de la vida espiritual son: 1) Purificación; 2) desapego; 3) conocimiento, lo más completo posible; 4) recibir la Misericordia, es aumentar el ser; 5) alcanzar la Complacencia divina, el Amor; 6) lograr el Sosiego, la Sakínah; 7) la entrega completa a la Causa divina; 8) la morada, grado espiritual, o jerarquía; 9) obtención de las mercedes del conocimiento (sabidurías); 10) ascender al Tauhíd puro (Alí -P- enseña que el Tauhíd puro es: No calificar de ningún modo al Sí Mismo divino porque toda calificación es distinta al calificado, y por ende asociación o idolatría); 11) reconocer el vínculo, es concretar el retorno relativo al Sí Mismo divino, a través del Primer Manifestado”. Si la tarea de alcanzar la Sakínah le parecía ardua hasta ahora, con lo que dice el texto citado le parecerá todavía más, y por mi parte no puedo facilitarla porque no me concierne hacerlo, pero si ayudar a transitar ese camino, in sha Allah. Lo último que le digo es que partir de este mundo con el anhelo de la Sakínah es alcanzarla, mientras tanto hay que dedicarse a vivir dignamente.