Conversaciones con el Sheij Alí Al Husainí (6)
-Salamu aleikum Sidi Múrshid, en nuestra anterior conversación, acerca de la predestinación, mencionó la Tabla Resguardada…en ciertas corrientes esotéricas se la remite a un tal Hermes Trismegisto quien, según la leyenda, habría sido inspirado directamente por el dios egipcio Thoth. En antropología cultural algunos científicos de la escuela difusionista sostuvieron, por ejemplo, que las culturas del cercano y medio oriente heredaron los conocimientos de la antigua civilización egipcia.
-Sin duda Egipto era una de las culturas más desarrolladas en la antigüedad, e irradiaba al mundo su influencia. Pero sus creencias habían culminado en la idolatría y la magia. Recordemos que todo el Mediterráneo oriental, e inclusive Grecia y Roma, fueron atraídos por las creencias egipcias sobre la muerte y el más allá, el mito de Osiris, las enseñanzas de Hermes Trismegistos, todo ello fusionado al esoterismo y las ideas neoplatónicas, la alquimia, la filosofía pitagórica y la gnóstica. Esta conjunción de ideas subsistió 2500 años al menos, traspasó la época del imperio romano (recordemos a Julio César en Egipto), y alcanzó la era moderna en occidente, inclusive.
La cultura egipcia chocaba con la doctrina de Abraham (P), Al-Tauhíd, la que no apelaba a la magia, y rechazaba la idolatría o representación de los dioses y su mitología. La cultura egipcia era multifacética, el desarrollo de un sistema de escritura que fue evolucionando paulatinamente, la literatura, la expansión comercial desde regiones del África central hasta el Éufrates, su poderío militar, su desarrollo naval, sus expresiones técnicas, artísticas, arquitectónicas, científicas, todo ello produjo una civilización muy ramificada y diversa, superior a cualquier otra del Mediterráneo por entonces. Y a pesar de su multiplicidad mantuvo la unidad gracias a la agricultura, al rio Nilo, creador de un oasis a lo largo de todo el país, y a un sistema unitario de gobierno.
Por el contrario, los semitas del desierto tuvieron una cultura centrada en lo absoluto, todo debía construirse porque en el desierto no hay nada, todo debía moverse o trasladarse y cambiar, todo desaparecía, hasta la forma del suelo, lo que perduraba era la piedra que servía de monolito sagrado a veces, betilos, y para rodear espacios consagrados como templos. En lugar de la abundancia había escasez, el poco alimento debía conservarse especialmente resguardado como un don divino. El agua era el don más preciado porque significaba la vida. Los animales eran toda la riqueza, y además practicaban artes de fabricar objetos que podían ser canjeados en los grandes centros urbanos por lo necesario, que era poco. Los jefes debían ser venerados, de ellos dependía la subsistencia en el desierto, eran los sabios, los jueces y los Profetas. Los reyes y gobernadores de las potencias más allá del desierto eran temidos porque tenían un poder superior, y generaban guerras que aniquilaban a los pueblos. Las tribus se enfrentaban unas contra otras por el espacio más conveniente, y por el honor. El más capacitado era el pastor más valiente en defender su ganado. Los lazos de sangre eran los más importantes, y se definían por la línea masculina, padres, hermanos, tíos paternos, primos, y la tribu en general. El sol y la luna dominaban el destino de los hombres, daban vida y daban muerte, y los extremos del calor y del frío eran constantes, día y noche.
Estas experiencias eran ajenas a los egipcios que en comparación vivían en la abundancia, y de allí la multiplicidad de lo que tenían y de lo que hacían. Muchos dioses, mucha mitología, muchos ritos. Los semitas conocían el silencio del desierto y su simplicidad extrema, donde debían estar atentos para que las tormentas no los aniquilara, el sol no los abrasara, el excesivo movimiento no los agotara y destruyera. Debían protegerse de esas fuerzas encomendándose el señor de ellas, porque todo tenía un señor que lo dominaba, los hombres, los vegetales, los animales, los genios o yinn, los parajes, los vientos, las aguas, y se debía tener permiso de esos señores para poder tratar con esas cosas. Y el universo entero tenía un Señor. Estas dos concepciones, la cultura egipcia con su multiplicidad, y la simplicidad de la concepción semita o arábiga, se contradecían.
La Tabla Esmeraldina que Ud. menciona no es un producto intelectual humano, de ninguna cultura en particular, aunque podamos remitir su enseñanza a ciertos personajes históricos como, por ejemplo, Hermes Trismegisto (“Tres veces grande”). Si Ud. quiere pensar más metafísicamente, de acuerdo a las tradiciones más primigenias, es aquello que se manifiesta desde lo Oculto, la parte de realidad manifestada y creada a la cual tenemos acceso, sea sensible o suprasensible. Se ha aplicado el símbolo de la Tabla Esmeraldina, en una idea más asequible, al sostener que la naturaleza está escrita en cifras o en números, en el sentido de que hay una estructura armónica, permanente, lógica, coherente, íntimamente imbricada, que constituye el fundamento del cosmos, y a la que se puede acceder matemáticamente. Si pensamos que la Tabla Esmeraldina tiene dos caras, una de ellas simboliza la Manifestación, la otra la Creación, y hay correspondencia entre ambas. Si la pensamos simplemente como una “tabla”, la podemos relacionar con los primeros instrumentos de escritura, y entonces simboliza lo inteligible que el conocimiento capta y transmite. Si creemos que Hermes o Idris fue el padre de la sabiduría entre los egipcios, a quien ellos llamaban Thot, dijo “lo que está arriba es igual a lo que está abajo”, pensó entonces en una realidad jerárquica y ordenada, porque habla de un “arriba” y de un “abajo”, es decir imagina la idea de una tabla dispuesta en forma horizontal, pues de lo contrario no habría un “arriba” y un “abajo”.
Los símbolos máximos de la categoría metafísica de Al-Malakút son “el Cálamo” (que simboliza al mismo Gabriel -P-) y la “Tabla Resguardada” (Al-Láuhu Al-Mahfúdz), registro de los códigos y claves de todas las cosas. Desde allí se les revelan a los Profetas (P) los acontecimientos que ellos pueden predecir. La Tabla contiene todo lo que hay en los cielos y en la tierra, en su estado esencial, sin que de ello pueda cambiarse nada, excepto que Allah lo quiera. Dice el Sagrado Corán: Conocedor de lo Oculto, no se Le escapa ni el peso de un átomo en los cielos, ni en la tierra, ni menor que esto, ni mayor, que no esté [registrado] en un Libro manifiesto (34:3)
-Los Nombres divinos los conocemos como sucesiones de letras, es decir combinaciones particulares de signos básicos; no podemos ni siquiera pensar como son ellos en lo Oculto, en el Sí Mismo divino, pero, entendemos que de ellos derivan en el plano de la manifestación los entes particulares, con atributos determinados. Luego, en el plano de la creación tendremos, por ejemplo, una cantidad limitada de átomos que conforman todos los compuestos inorgánicos del cosmos, o las cuatro bases nitrogenadas (adenina (A), citosina (C), timina (T), y guanina (G)) que son los elementos del abecedario con el que se constituyen todos los códigos (como palabras) de la diversidad de la vida sobre la Tierra. ¿Cómo son los signos, letras, fonemas, mónadas o átomos, reconocibles en la creación, en el plano de la Manifestación? ¿Corresponden al mundo de las ideas de Platón?
En primer lugar, debemos reconocer la existencia de Signos divinos en la Creación, por lo que dice el Corán: ¿Es que no observan los dominios de los cielos y de la tierra, y toda cuanta cosa Allah creó? Y en la tierra hay Signos para los de certidumbre, y los hay en sus almas: ¿Es que acaso no percibís? (51:20) Por el contrario, los impíos niegan los Signos divinos, aunque reconozcan su veracidad: Pero cuando les llegaron Nuestros signos manifiestos, dijeron [Faraón y los suyos]: “¡Esta es una magia evidentísima!”, y los rechazaron, por iniquidad y soberbia, aunque sus almas los tuvieran por seguros (27:13-14).
Los Signos divinos, o portentos, no son magia, ficción, fantasía, ni aparecen por azar, sin fin alguno que cumplir, y cuando lo cumplen es posible que los destinatarios de ellos los desmientan aun, porque no utilizaron sus intelectos para dilucidarlos. Pero esos Signos no son solamente los que vienen con los Profetas (BP), los portentos o milagros, sino que estamos rodeados de los Signos divinos, sin tomar consciencia de la realidad, por rutina, habitualidad y acostumbramiento: ¿Cuántos de los Signos en los cielos y en la tierra ellos [los inconscientes] encuentran rehusándolos [negándose a meditarlos]? Porque la mayoría de ellos [los humanos] no creen en Allah sino siendo idólatras (12:105-106) ¿Acaso no ven lo que tienen ante sí, y lo que tienen por detrás, tanto en los cielos como en la tierra? (34:1-9) Estamos rodeados del cielo y de la tierra que muestran Signos extraordinarios, que hasta la ciencia es incapaz de comprender. Hay Signos en nosotros mismos de los que somos inconscientes, y aun no los intuimos porque nuestro conocimiento no ha llegado a ese punto.
En cuanto a los Signos en el plano de la Manifestación, tenemos una enseñanza del Imam Alí Al-Rida (P) cuando se enfrentó a las opiniones religiosas y filosóficas de su época, en una asamblea convocada por el califa Al-Ma’mún. Dijo el Imam (P): “Sabe que la ´creación de la nada´ (sin antecedentes), el ´querer´ y la ´voluntad´ (en Allah) tienen un mismo significado, pero son tres términos diferentes. Su primera instauración (creación de la nada), voluntad y querer fueron los signos (letras o partículas) que Él constituyó en el origen de todas las cosas, guía de todo el que comprende, y decisores de todo problema. Estos signos son la distinción para todas las cosas, sea (para determinar) un nombre (o substantivo) verdadero o falso, algo activo o pasivo, un significado o un no-significado. Sobre ellos se congregan todas las cuestiones. Él no dispuso para los signos, cuando los instauró, otro significado o sentido excepto el que tienen en sí mismos como limitados, finitos, ni existencia alguna, puesto que han sido instaurados sin antecedentes. La luz en este caso es el primer Acto de Allah, Quien es la Luz de los cielos y de la tierra, siendo los signos los actuados por aquel Acto (la Luz… es la primera Acción de Allah… y los signos son el objeto directo de tal Acción)”
“Tales son los signos en que se basan todas las palabras y las expresiones provenientes de Allah, Poderoso y Majestuoso, que Él enseñó a Su Creación. Son treinta y tres signos: veintiocho que indican las lenguas arábigas, y de estos veintiocho, veintidós de ellos indican las lenguas siríacas y hebreas, y cinco de ellos han sido deformados en el resto de las lenguas, partiendo de los persas hacia las regiones de todas las lenguas. Son cinco signos alterados, de los veintiocho, en los idiomas, resultando treinta y tres signos. En cuanto a los cinco distintos, hay justificaciones para que no sea permitido mencionarlos, más allá de lo que aludimos”
“Luego Allah, después de particularizar y perfeccionar su número, hizo de los signos Actos Suyos, como en Su dicho, Poderoso y Majestuoso: “¡Sea y es!” (kun fa-iakun), y el «Sea» es una realización de Su parte, y aquello que con él (con el «Sea») aparece es lo realizado”
“Por lo tanto, la primera creación por parte de Allah, Poderoso y Majestuoso, es la Instauración (un Acto Suyo sin antecedente alguno, ni modelo que imitar), que no tiene peso, ni movimiento, ni sonido, ni color, ni sensación (no puede ser percibido). Y la segunda creación son los signos que no tienen peso ni color, pero son sonoros y pueden ser calificados (descriptos), aunque no vistos. Y la tercera creación son todos los tipos o especies de cosas que sean sensibles, palpables, que tengan gusto, y sean visibles. Allah, Bendito y Exaltado, antecede a la Instauración porque antes que Él, Poderoso y Majestuoso, no hay nada, ni junto a Él hay nada. Y la Instauración es anterior a los Signos, y estos no indican otra cosa que a ellos mismos”
En la filosofía griega clásica hubo una búsqueda, por parte de los llamados “fisistas”, del primer elemento que constituye efectivamente las cosas reales, como en nuestra época concebimos a los átomos y sus derivaciones. Esta concepción es parte natural de la lógica humana, gracias a lo cual suponemos que existe un origen único y esencial de cualquier cosa que sea, como una semilla respecto de una planta. Este supuesto opera en todas las culturas, bajo una forma u otra, e inclusive generó antiguos mitos sobre el origen de la realidad, mitos sin duda vacíos de toda realidad.
Pitágoras separó el conocimiento verdadero de su mezcla con la mitología, así como lo hicieron también Heráclito y Jenófanes, concibiendo todos ellos una realidad inmaterial o espiritual (sobre todo Jenófanes) como principio universal de todo. Platón culmina este desarrollo concibiendo la idea de Bien como la divinidad en el topos uranos (lugar celestial), idea que se manifiesta en todas las cosas, por lo cual toda la creación es buena, e imagina que cada cosa no es más que una idea particular que se concreta en el mundo material, como reflejo del mundo celestial.
El Imam Alí Al-Rida (P) especifica la existencia del elemento original de los entes reales, mencionando una sucesión de niveles que la filosofía clásica no presenta. Comparado lo que dice el Imam (P) con el “lugar celestial” y las “ideas” de Platón, estos mantienen cierto grado de abstracción, excepto en la obra platónica Timeo. Pero en el fondo la concepción principal es que los entes surgen de un elemento mínimo e incluso imperceptible, manifestado desde el mundo espiritual puro.
-Dentro de los Signos divinos tenemos los versículos del Sagrado Corán, impresos, como Ud. nos enseñó, en el corazón del Profeta (BPDyC), aún antes de la Revelación. Las letras del alfabeto árabe, al igual que en otras lenguas semitas, poseen un valor numérico, simbólico. La Cábala se ocupa de interpretar esos signos ¿Existe alguna relación entre el florecimiento de esa disciplina y el desarrollo del misticismo islámico en la España medieval?
La Cábala se vincula al Islam, por necesidad cronológica y geográfica. Surgió en España en los siglos XII y XIII, y se renovó en la Palestina otomana en el siglo XVIII, influida por el exuberante desarrollo del sufismo en el mundo islámico. Y así como hubo filósofos judíos importantes y hasta fundamentales para la continuidad del judaísmo, como Maimónides (Musa Ibn Maimún), hubo también un Ibn Paquda de Zaragoza, que escribió tanto en árabe como en hebreo, y se reconoce tributario del sufismo.
Otros destacados judíos fueron Ibn Falaquera, que escribió en árabe una enciclopedia de filosofía griega y árabe, Yehudah ben Samuel Halevi, llamado también Abū al-Ḥasan Yahūḏā ibn al-lāwī, su nombre en árabe, gran filósofo y médico sefardí, Ibn Gabirol (Avicebrón), y Samuel ibn Nagrella. Por necesidad lógica todos estos contribuyeron a la aparición de la Cábala o mística judía, aunque no fueran sus fundadores.
El Zohar (el Libro del Esplendor), fuente principal de la Cábala, se redactó en arameo, lo que nos indica su cercanía a las fuentes árabes, y también, en este caso, al sufismo. El Zohar aparece más precisamente en Guadalajara y Zaragoza en el siglo XII, y se cree que su autor es el rabino Shimon bar Yojai, aunque este mismo remonta esa obra a tiempos inmemoriales, como lo hacen la masonería y los rosacruces, pero la Cábala se remite en cambio a una fuente revelada, la Torá, lo que la aleja de las fantasías esotéricas. Queda por investigar seriamente la relación de la Cábala con el sufismo, pero es algo que salta a la vista. No es posible avanzar en esto porque nos faltan antecedentes científicos, pero es un tema digno de ser estudiado.
En la época moderna se nota una cierta vulgarización de la Cábala hasta llegar a la adivinanza, y cuando no a servir de falsa pretensión de sabiduría y jerarquía espiritual espuria por parte de los irresponsbles que bastardean el ámbito sagrado. Muchas de las afirmaciones de la Cábala pueden ser cotejadas con las de las de la metafísica islámica basada en el Sagrado Corán, y ambas no tendrían nada que perder. E inclusive se nota la influencia de Mohíeddín Ibn Arabí en la Cábala, hipótesis también a comprobar científicamente.