Conversaciones con el Sheij Alí Al Husainí (1)
El estudio de los fenómenos pertenece al amplísimo campo de la cosmología, tarea que realizan los científicos, de manera sumamente especializada, porque no les alcanzaría toda una vida para comprender plenamente su objeto de estudio. El físico, el químico o el científico social, por ejemplo, enseñan solamente una parte de la realidad, dejando el resto de ella en la oscuridad; en tal sentido solamente merece verdaderamente el título de maestro (“gurú” en sánscrito) aquel que nos enseña la totalidad, el fundamento de todo, sin dejar nada fuera de ello. Este criterio nos lleva directamente a la metafísica (“lo que está más allá de la física”). No nos centraremos en las pseudociencias, ni en la astrólogía, el tarot, las medicinas alternativas, etc., ni ahondaremos en la pálida imagen que nos ha transmitido la comunidad científica internacional en cuanto al conocimiento del Covid 19, su origen, transmisión y tratamiento terapéutico; informes contradictorios, marchas y contramarchas, competencias furiosas condicionadas por intereses económicos y políticos, que se vienen manifestando durante esta pandemia.
Le pregunté a mi maestro:
Salamu aleikum Sidi Murshid, la filosofía occidental se esforzó, como vemos en Kant, por fundamentar la posibilidad del conocimiento científico, cuyo ulterior desarrollo llevó a Occidente a un lugar preponderante en el mundo actual ¿Cómo fundar, a partir de la metafísica tradicional, una ciencia coherente con ella?
Restringirse a los fenómenos físicos para analizar y conocer la realidad es un intento absurdo. La realidad no se reduce a esos fenómenos, y éstos no le explican al hombre todo lo que él quiere saber.
¿Eso significa que la teoría de la relatividad de Albert Einstein, el psicoanálisis expuesto por Sigmund Freud, o la ideología de Karl Marx no alcanzan para sostener espiritualmente al ser humano?
Quien busca la realidad se lanza más allá de los fenómenos, con el peligro de caer en el error o la falsedad, ciertamente, pero, este peligro también está implícito en la ciencia, como en cualquier tipo de especulación racional. Así como la ciencia pretende un sistema para conocer los fenómenos, la metafísica se presenta como un sistema para conocer la realidad, sin excluir de ella ningún aspecto, una experiencia de fondo que le dice al hombre que hay una realidad abarcativa total, coherente y, en última instancia, infinita, que él no puede explicar del todo, pero que debe intentarlo en alguna medida. Ud. me pregunta “¿cómo se enlaza la metafísica con la ciencia?”, ¿acaso nuestra metafísica proyecta una dicotomía de la realidad?: De ningún modo, por el contrario, tiene como rasgo distintivo el conocimiento de la Unidad, el orden, jerarquía y grados de la realidad, y proyectar todo ello en una concepción armónica, unitaria, que va más allá de los fenómenos. Entonces, la metafísica explicaría el fundamento de los fenómenos físicos o emocionales, e incluso fundamentaría la ciencia dedicada al estudio de los mismos. Debería iniciarse, según una gradación lógica, conociendo la metafísica antes que los fenómenos.
El hombre de ciencia, en general, procede según la experiencia vulgar y común del hombre corriente, que va de la percepción de los sentidos a la comprensión abstracta. Por el contrario, el hombre de sabiduría va de la concepción abstracta a la comprensión de los fenómenos sensibles. Ambas vías deberían complementarse y constituir un todo armónico: Hay dos direcciones del conocimiento, una que podríamos llamar “dirección vulgar”, que gráficamente hablando va “de abajo hacia arriba”, de lo sensible a lo abstracto; y otra, la dirección correcta, que desciende de lo abstracto a lo sensible. En tanto que la metafísica es puramente intelectual, constituye el método correcto para el conocimiento de la realidad, sin descartar el otro, pues los fenómenos son signos de la realidad, pero atenerse exclusivamente a ellos no alcanza para conocerla. En tal sentido, la ciencia actual, bajo el modelo de conocimiento “vulgar”, restringida al fenómeno, no explica la realidad en su totalidad.
No obstante, las sociedades orientales siguen incorporando los adelantos tecnológicos provenientes de la “ciencia occidental”. ¿Acaso esos adelantos se deben desechar por provenir de una vía incorrecta?
Habría que distinguir primero entre ciencia y técnica. Históricamente, lo que precede al conocimiento de los fenómenos, más que la ciencia, es la técnica: El ser humano ha implementado medios para beneficiarse de la naturaleza y poder sobrevivir, son los procedimientos técnicos, mucho antes de pensar abstractamente en la composición de la materia. Por ejemplo, ha conocido primero el arado, antes que las estructuras geológicas de la tierra. La técnica como necesidad de la existencia resulta imprescindible, no es aleatoria o secundaria, y en la medida en que se ha desarrollado superlativamente ha beneficiado al hombre.
Pero, se han producido técnicas muy negativas, no por la técnica en sí misma, sino debido a la concepción humana acerca de la vida en el mundo. La técnica, por sí misma, no implica necesariamente un uso destructivo de la naturaleza o de las sociedades humanas y animales. Por el contrario, siempre intentó en su desarrollo poner al servicio del ser humano las fuerzas del medio, benéficamente. Hasta que el humano de nuestra época, debido a cierta concepción materialista del mundo, produjo hechos sumamente negativos, como por ejemplo la aplicación de la energía atómica a la destrucción masiva. Entonces, el problema no está en la técnica sino en la teoría que pretende dominarla, en una ciencia que se ha independizado de sus bases morales, en una concepción materialista del mundo meramente utilitaria o práctica por parte del científico, no imbuida de fundamentos metafísicos. El mismo científico se concibe a sí mismo de una manera sumamente extraña, porque es posible que tenga un conocimiento formidable sobre la naturaleza, pero un desconocimiento también formidable sobre el significado del ser humano.
El siglo XX ha presenciado ejércitos de científicos al servicio del poder de los estados opresores, como ha sucedido en la Alemania nazi, o en el sistema capitalista liderado por los EE.UU. y algunos países de Europa, y en la Rusia comunista. Científicos que, por el salario, no han tenido ninguna reticencia ética para producir armas biológicas, bacteriológicas, químicas o nucleares, sumamente destructivas, al servicio de un pensamiento que no tiene fundamentos metafísicos, ni límites éticos. Y este panorama abarca a todo el complejo científico, como se aprecia en la medicina, la genética, o la bio-tecnología. La omnipotencia del científico, que cree haber ocupado el puesto de Dios ante la naturaleza, es su error fundamental. Y las consecuencias de ese error no se limitan hoy en día a unos pocos individuos, como sucedió en siglos anteriores, pues se han creado supra-sistemas de poder, y toda la sociedad humana debe obedecer cierta concepción negativa para la naturaleza y para el hombre. Ya no depende de un individuo que haga o deje de hacer una invención, como sucedía en la época romántica de los progresos científicos, ahora depende de equipos de investigación, pagados por el poder al servicio de los grandes grupos económicos y militares.
¿Cómo se detiene esto? Ya no hay, lamentablemente, paliativos a nivel individual, el cambio debe ser global, de conjunto, total. Ya no se propone un estilo de vida alternativo, como el que planteaba, por ejemplo, Rousseau en el siglo XVIII, un modo de vida bucólico, según la naturaleza. En algunos siglos eso se ha terminado, sólo queda el estilo de vida “civilizado”, urbano, regido por un sistema económico-científico-tecnológico-militar que absorbe a todos los individuos, y no les deja alternativa para salir del mismo. Si alguno quiere escapar de él, y se va al campo, por ejemplo, no sabe cómo vivir, necesita ser reeducado para existir de acuerdo a la naturaleza, lo cual debería ser innato. Hoy encontramos en las librerías obras que enseñan cómo existir en el campo, cómo afrontar y solucionar problemas de ese tipo. Muchos chicos de la ciudad, y Ud. como docente puede comprobarlo, no han tenido contacto con la naturaleza, ni siquiera saben cómo una gallina pone un huevo. Esto es grave, pero se trata de un periodo muy corto de la historia que nos toca vivir y que ya está agotado.
Cuando Ud. hacía el comentario del texto inspirado, que luego fue publicado con el título “Teología Islámica, Restauración del pensamiento metafísico”, nos dimos cuenta con Aiman que tal obra podría llegar a ser la clave para validar los descubrimientos científicos posteriores, en el sentido de “episteme” o saber verdadero, como plantearon los principales filósofos griegos de la época clásica. ¿Cree Ud. que sus discípulos deberían empeñarse en esa tarea?
El Conocimiento que Allah posee, exaltado sea, sólo se manifiesta en Al-Mulk y Al-Malakút en la medida que Él lo revela: ¡Allah! ¡No hay divino sino El, Viviente, Subsistente! No le domina letargo ni sueño. Suyo es cuanto hay en los cielos y en la tierra ¿Quién podrá interceder ante Él si no tiene su Anuencia? Conoce su devenir [el de los seres] y su pasado, pero ellos no comprenden nada de su Ciencia, excepto lo que Él quiere (2:255)
Existe una ciencia espiritual profunda, la Sabiduría, siempre la misma. Su coherencia es extraordinaria a través del tiempo, y en las múltiples comunidades donde ella ha aparecido. Esto se debe a que proviene por inspiración divina a los justos, y no es invento de nadie en particular. Esto fundamenta que haya vida espiritual, grados, iniciación, métodos, maestros, aspirantes, porque existe principalmente una ciencia que debe ser alcanzada, y que otorga sentido a cualquier organización espiritual verdadera. Los que niegan éstas últimas organizaciones, rechazan por ende la ciencia espiritual profunda, y se cierran para la inspiración divina. El conocimiento de esta ciencia es un conocimiento infuso.
En la actualidad la ciencia positiva se divide en dos grandes capítulos, la básica, o ciencia pura, y la aplicada, pero ambas se remiten a los conocimientos primordiales que surgieron desde las épocas más primitivas. En la tradición sabia se remonta a los Profetas la fundación de todo conocimiento útil, como la arquitectura, la agricultura y los sistemas de riego, la medicina dependiente del medio vegetal y animal, y la escritura. En última instancia, todo tipo de conocimiento se funda en “la interior captación de los Nombres y Atributos divinos”, como se indica en “Teología islámica”, tanto en el corazón humano, como a través de la intuición en la realidad circundante: Ya les mostraremos [a los hombres] Nuestros Signos en los horizontes, y en sí mismos [en sus almas], hasta que se les evidencie que [Allah, o el Profeta, o el Sagrado Corán] es la Verdad. ¿Es que no resulta suficiente [Profeta] que tu Señor es en verdad Testigo de todas las cosas? (41:53)
En la época de la Restauración que inicia Al-Mahdí (P) se enseñará el conocimiento interior, hasta ahora reservado solamente para algunas comunidades pequeñas, cuyo guía es un sabio. La enseñanza general estará basada sobre la enseñanza espiritual profunda, porque de otro modo el ser humano no alcanza su plenitud, y la sociedad se corrompe.