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La ética y la justicia

    Dice el Sagrado Corán: Es suficiente Allah como Compulsador [de todo lo que realizáis] (4:6), este es el fundamento de todos los actos, que Allah es Compulsador, que cuenta y registra todo lo que realizamos. Allah se llama a Sí Mismo Al-Shahíd, Testigo, y se llama Al-Raqíb, Veedor, y Al-Hasíb, Compulsador de Sus siervos. Si no existe en uno conciencia de que Allah es Testigo, Veedor y Compulsador nada será firme en la conducta de los hombres, ni que deben alcanzar el bien, ni el testimonio de los testigos de que deben decir la verdad, ni las obligaciones ante Allah y ante los otros seres serán realmente firmes. La ética del Islam está fundada en Allah, en la conciencia que tenemos de que Él es Testigo, Veedor y Compulsador de los hombres. Pero la ética materialista está fundada solamente en la conciencia de los hombres, sin referirla a nada sagrado. Así vemos hoy el fracaso de una conciencia sin Dios, de una ética simplemente materialista, utilitaria o pragmática, que sólo se ocupa de los bienes de este mundo y no del más allá, que no tiene ninguna profundidad trascendente.
El hombre debe actuar libremente y aceptar por persuasión los principios éticos, como el de hacer el bien al prójimo, el decir la verdad, el trabajar, etc. Pero esa conciencia encuentra en el Islam su fundamento en Allah, en la Trascendencia, pues de lo contrario todos los actos de este mundo no tendrían ningún sentido, ya que desaparecerían con el tiempo. Si la vida del planeta es limitada, si se sabe por aproximación, según dicen los científicos, cuándo el sol se va a convertir en un astro que se expanda y absorba en sí a la mayoría de los planetas, entonces cumplir en este mundo para que después desaparezca todo lo que hicimos quita todo sentido a los actos que realizamos, los cuales serían inútiles, como para el caso lo sería la vida misma. Si la vida fuera inútil todo lo que se presenta en ella sería inútil.
En el Islam existe la conciencia de que Allah es Testigo, Veedor y Compulsador de los hombres, debido a que estos tienen necesidad de estar seguros, por ejemplo, de una justicia justa, a pesar de saber que el hombre no hace justicia justa, y tienen necesidad de cierta seguridad interior de corrección, de equidad, de perfección, de satisfacción completa, sabiendo que el hombre no se la puede dar porque no es capaz de llegar a tales grados de bien. Y entonces el creyente confía en que a pesar de las imperfecciones de la justicia humana, a pesar de la incorrección, de la falta de equidad y de perfección que hay en el mundo, Allah asegura finalmente la justicia total. En la actualidad vivimos el caos de una justicia injusta, que cae con frecuencia en casos de iniquidad, lo cual produce el caos social.
La distinción entre la seguridad que se encuentra en la justicia divina y la inseguridad que se encuentra en la humana se debe a que la justicia divina, presente en la Sharí’ah o Ley del Islam, considera todas las necesidades del hombre y satisface lo que éste debería satisfacer para alcanzar su plenitud, su felicidad. Pero las ordenaciones humanas, en cambio, no tienen aquella visión de la totalidad de la vida del hombre que presenta la Sharí’ah, ellas se contradicen acerca de la mejor meta u objetivo que el humano debería lograr, se atienen a una ideología de lo que consideran que es el hombre, sobre lo cual proponen finalmente un modo de vida falaz. El derecho occidental hace una distinción entre justicia y ley, esta última no tiene por qué coincidir con la justicia, la que constituye así un ideal casi nunca realizable.

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