La Unidad divina, Al-Tauhid.
Es evidente que la doctrina de la Unidad divina, Al-Tauhíd, o sabiduría sobre la Unidad de Allah Exaltado, es la base de la vida espiritual humana. El hombre está dirigido a que su vida se eleve, se perfeccione, y que encuentre el sentido verdadero de su existencia en la Presencia divina. Porque después de todo, él es un pasajero en este plano, y aunque al principio del viaje el camino parece largo, cuando éste va promediando y está más cerca del final, parece un soplo, y entonces al ser humano le es obligatorio buscar un sentido a todo eso que vivió, pues es imposible que no lo tenga.
La clave o respuesta que otorga sentido a la existencia no es algo meramente teórico, sino también práctico, de la vida espiritual, Es que el hombre esté en claro consigo mismo, sobre cuál es la realidad, y no esté fascinado con algo ajeno a sÍ, enajenado, fuera de si vendido al mundo (sin tener incluso voluntad propia de venderse, sino debido a las circunstancias).
Toda la ciencia espiritual y la sabiduría de los Profetas (BP) está dirigida a la felicidad del hombre, que se resume en tener conciencia de sí, encontrar un sentido a la existencia, saber que la muerte no es en vano, porque en esta vida ha tenido una intuición de la Realidad, y por menos que fuere, ha encontrado una Luz, que lo acompañará siempre, porque una vez que se encuentra lo Sagrado, lo Real, lo Verdadero, no se desvanece nunca. Por eso se dice que Allah nunca quita Sus daciones, aunque puede quitar el goce cuando alguien se desvía de lo que le proveyó. Si a una persona le dió conocimiento y lo utiliza para la maldad, Allah le quita el goce de conocer la verdad, la satisfacción de autocomprenderse, de hacer el bien al prójimo, cuando el entendimiento así se lo indica y se complacería en ello. En consecuencia, a pesar de su inteligencia, estará encerrado en una cárcel, pues no utiliza el don en lo que se debe.
Los Atributos de Allah, exaltado sea, en realidad se concretan en uno mismo, pues uno es único en su medida y en su dimensión, como Allah es Único, y puede tener la vivencia de sí mismo como una realidad distinta, irrepetible, extraordinaria. Esta puerta de la autoconciencia, de la autopercepción de la realidad extraordinaria del alma, del sí mismo, es abierta por Allah Exaltado cuando Él quiere, y cuando el hombre ha hecho el esfuerzo por conseguirlo. Es una gracia inmensa, como dice el Sagrado Corán: “Allah otorga la sabiduría a quien Él quiere, y el que recibe la SabidurÍa obtiene un bien inmenso”, incomparable con todo otro tipo de bienes.
La autoconciencia, el percibirse a sí mismo como un ser autónomo y conocente, distingue especialmente al ser humano del resto de los animales. Pero ello no es suficiente para lograr la plena realización, sino que es necesario conocer, gracias a la vida espiritual, nuestro vínculo con el Sí Mismo divino. No es suficiente una autoconciencia de que soy alguien distinto, irrepetible, para completarme, sin el ejercicio de esa vida espiritual, la cual se basa en cumplir una práctica, que ordenada por el Señor verdadero. Un señor falso da un resultado totalmente nocivo para el ser humano.
Recordemos que el hombre obedece como Señor a lo que considera superior, adorable e imitable. “Superior”, porque le muestra cierto modo de ser que el hombre desea para sí mismo; “adorable”, porque lo ama al encontrar en sí una fuerza que lo vincula a lo que toma por Señor; y por último, “imitable”, pues quiere parecerse cuanto más pueda a lo que reconoce como su Señor, y por eso Le obedece.
Si obedecemos a Allah entonces estamos con el verdadero Señor, que manda lo que más conviene al hombre. Y después de un cierto período, si el hombre cumple, pasa de la práctica al conocimiento, porque la práctica no tiene ningún sentido si no lleva a este último. La práctica es como la comida y el aseo, uno se asea para mantener el cuerpo liberado de enfermedades, y un nivel aceptable de comunicación con las personas, y come para que las funciones biológicas no cesen, y entonces se muera. De la misma manera el hombre debe realizar una higiene y proporcionarse un alimento que responden a una elevada conducta, como por ejemplo la oración, los actos de arrepentimiento, que son muy realizadores para la vida espiritual, el recuerdo de Allah en toda oportunidad, observar las normas morales, así como también todos los actos loables en una persona, que la llevan al bien. Esto es lo que debe cumplir, para que como resultado y fruto aparezca la Sabiduría, el conocimiento superior, la conciencia plena de sí mismo. Y para esta realización es esencial el conocimiento del Único, Quien en Sí Mismo es de un modo particular e irrepetible.
Cada uno de nosotros tiene un vínculo exclusivo con Allah como Señor, vínculo ninguno idéntico a otro, y cada uno vive ese vínculo de un modo diferente. Como ejemplo, podemos citar una familia con muchos hijos, donde la relación de cada uno de ellos con el padre no es la misma. Por otro lado, tal vínculo determina el estilo de vida o la forma de ser de la persona. Debemos, pues, buscar ese vínculo, único e irrepetible, exclusivo de cada cual, comprendido en el Atributo divino “Único”. Él es Unico, y mantenemos con Él un vínculo único y exclusivo. Este es el verdadero Tauhíd (doctrina de la Unidad divina), que se funda en rechazar cualquier otro Señor que el verdadero, reconocerlo sólo a Él, tal como Él se da a conocer a nosotros, y nos dice Quién es.
Ahora bien, en cada hombre predomina un Atributo divino, en unos la Misericordia, en otros la Justicia, o la Sabiduría, etc. Después de todo, el hombre es un conjunto de atributos, en el que siempre predomina alguno de ellos. Así, se puede inclinar por la Belleza, el servicio al prójimo, el Conocimiento, etc., lo cual lo vincula a una actividad o conducta especial. Tal atributo es el aspecto que el Señor manifiesta en esa persona. Si uno sigue su atributo, le obedece, y reconoce de dónde procede (que es un reflejo de su Señor), y además hace de él un modo de vida, llegará seguramente a su objetivo.
Una máxima expresión de este encuentro con nosotros, está encerrada en la frase: “Ser único en el Único”. Allah, exaltado sea, es Único, Irrepetible, Irrepresentable, al punto que no podemos ni imaginarlo. Y nosotros, como reflejo de esa categoría excelsa de Allah Exaltado, podemos llegar a ser únicos en Él. Lo máximo en este camino es lo que se llama “aniquilación”, que determina la desaparición de la voluntad subjetiva en la Voluntad divina. Entonces uno hace lo que Allah Exaltado quiere
“Ser único en el Unico” es sinónimo de la aniquilación, es decir que el hombre “aniquila” su voluntad para que predomine la Voluntad divina en todos sus actos. Esto no es imposible de lograr sino que por el contrario, es un estado al que el hombre debe llegar para su plena realización, pues su voluntad es falente, finita, mientras que la Voluntad divina es absoluta, infinita, perfecta. Y en la medida en que el hombre concreta la Voluntad divina, se transforma en aquello que esa Voluntad es, en infinito, perfecto, certero en todas sus actividades y expresiones.
De muchas formas se ha descripto esta aniquilación, que a pesar de ello no constituye el sumo grado posible de la vida espiritual, la cual viene con posterioridad a aquella, y se llama “Subsistencia”, cuando ya la voluntad del hombre se ha hecho nada ante la Voluntad divina. En la Subsistencia se logra descubrir la clave de la divinidad, que el hombre es un yo como el Yo divino. No es que Dios se halla encarnado en él, ni que él se haya exaltado a una categoría más allá de este mundo, sino que se descubre a sí mismo en la Presencia de Allah, se ve a sí mismo a la Luz de Allah.
Cuando ell Profeta (BPDyC), relató su ascensión al Trono divino, contó: “Y me vi (de la cintura para arriba) en lo verde, como un joven de 33 años”. Es decir, se percibió ante su Señor a sí mismo, porque a Allah nadie Le puede percibir con los sentidos, ya que Él no es finito, abarcable. Por ello el Profeta (BPDyC) se percibió a sí mismo en un estado de bienaventuranza, indicado por los 33 años, el estado de los del paraíso, desde la cintura hacia arriba, la parte superior del ser, y “en lo verde”, la Luz del Profeta (BPDyC), identificada con el verde. En ese momento él (BPDyC) en nuestro plano sufría el ataque de los idólatras, se sacrificaba y se esforzaba por los otros, adolecÍa de sus heridas, debía comer para vivir, etc., pero encontró que todo eso había desaparecido allí donde había alcanzado. Y surgió entonces su verdadero yo, a la Luz de su Señor, pero también, con la luz que a él lo identificaba, a la Luz de su Señor, y con su propia luz.
En la vida espiritual islámica la aniquilación en la Voluntad divina no constituye una pérdida total de conciencia, pues si así fuera no podríamos dar testimonio de ello. Es una experiencia extraordinaria, por la cual el ser particular retorna al momento inicial en que fue manifestado por Allah, con anterioridad a este mundo, y se encuentra en la eternidad. Entonces, cuando el ser humano ha llegado a realizar esa experiencia de la aniquilación, lo único que le queda por delante es la Subsistencia, que es un estado en este mundo superior a cualquier otra posibilidad, reflejo del estado del otro mundo, al que él ha tenido acceso mediante la aniquilación, y del que retorna en la Subsistencia.