Samí’ Oyentísimo

El atributo divino Basír, Videntísimo se replica en el Sagrado Corán treinta y seis veces, frecuentemente acompañado por el atributo Sami´, Oyentísimo, que se reitera cuarenta y tres veces. No podemos describir y tampoco diferenciar en Allah la visión de la audición. Explicó el Imam Ya’far Al-Sadiq (P) cuando un seguidor lo fue a ver y el Imam (P) le preguntó: «¿Tú calificas (describes) a Allah?» Respondió esa persona «sí». Le pidió el Imam (P): «Dime cómo». Y dijo el otro: «Él es Oyentísimo, Videntísimo». Respondió el Imam (P): «Estas son cualidades a las que se asocian las criaturas». Preguntó el otro : «¿Cómo le calificas tú?». Dijo: “Él es Luz sin tinieblas, Vida sin muerte, Conocimiento sin ignorancia, Verdad sin falsedad (o Realidad sin vanidad.)”. Y agrega esa persona: «Salí de lo de él siendo el más sabio de la gente en el Tauhíd»

En el humano “vidente” hace referencia a la imaginación, y “oyente”, hace referencia al pensamiento. Pero ambos tienen como centro el corazón, de donde parte el conocimiento, gracias al cual somos humanos. El corazón alude a la intuición, o captación espiritual de la realidad, sin mediación, por la cual alcanzamos “la realidad tal cual es”. “Oír” (sáma’a) y “escuchar” (istáma’a) no son lo mismo, porque uno es la mera capacidad o posibilidad, “poder oír”, y el segundo es el ejercicio concreto de la función, “estar escuchando”, que se asocia a “comprender”. Pero no es posible comprender sin atender, como no es posible ninguna función de los sentidos físicos sin atender a esa función. Por ejemplo, es posible mirar sin ver (con la “mirada perdida”), pero es necesario atender al mirar para poder ver; es posible oír (un ruido reiterativo) sin escuchar, pero es necesario atender lo que se oye para poder escuchar, etc. La audición es la función intelectual más importante en este mundo, cuando se oye y atiende, se comprende lo que la palabra dice, su significado. Por el contrario, la sordera espiritual equivale a la muerte: Por cierto que Allah hace escuchar a quien Él quiere, pero tú [Profeta] no puedes hacer oír a los que están en las tumbas [los muertos espirituales], tú no eres más que un advertidor (35:22-23)

El Sí Mismo divino se automanifiesta a través del Primer Manifestado en los seres creados con los Atributos de la percepción, Oyentísimo y Videntísimo, en grado decrecido o velado. Dichos Atributos divinos de la percepción están presentes en toda la realidad creada, porque Allah se automanifestó en posibilidad de percepción en los seres, sin restricción alguna. De la gama numerosísima e indeterminada de posibilidades de automanifestación del Sí Mismo divino en la realidad creada, los humanos solamente podemos captar lo que nos toca a nosotros o a seres similares, como los yinn, o ciertas potencias angelicales de forma humana. Pero aún en nuestro plano no captamos la forma en que los Atributos de la percepción aparecen en los seres no-humanos, como los minerales y los vegetales. Al respecto dice el Sagrado Corán: No hay cosa alguna que no glorifique en Su Alabanza, pero no comprendéis su glorificación (17:44) ¿Es que no ves que ante Allah se prosterna [somete] quienes hay en los cielos y quienes hay en la tierra: Y el sol, y la luna, y las estrellas, y las montañas, y la vegetación, y las bestias, y muchos de la gente, pero a muchos [a la mayoría sólo] les cabe el castigo (22:18)

La posibilidad del Videntísimo, Oyentísimo, es lo que nos particulariza como seres, porque no vemos ni oímos sino el contenido de nuestro corazón, que en su latir nos muestra la Realidad tal cual es. ¿Quién podría adorar a Allah si no Le viera, ni oyera, aun en el recóndito palpitar de su ser, que sin Su percepción no sería? El medio común del conocimiento y de los estados anímicos es la audición, y dijo el Imam Alí Záin Al-Abidín (BP): “El oído es el camino más directo hacia el corazón”, hacia los estados interiores.

Alguien preguntó al Emir de los creyentes, Alí Ibn Abi Tálib (P): “¿Has visto a tu Señor?”, y él contestó: “¡Pobre de ti! ¡No podría adorar a un Señor que yo no viera!”. Replicó el hombre: “¿Cómo lo has podido ver?”. Respondió: “No lo ven en absoluto los ojos en la contemplación visual, pero lo ven los corazones en la realidad de la Fe”. La adoración surge gracias a la visión y la audición, porque éstas representan el conocimiento del corazón, o bien la intuición de la Presencia divina, glorificado sea Allah, Poderoso y Majestuoso.

En cuanto a la audición y visión espiritual el Sagrado Corán y la tradición mencionan distintas categorías. Acerca de los Mensajeros, Profetas y justos se registra en la fuente imamita Al-Basá’ir (Las visiones -o contemplaciones-) que los Imames Muhámmad Al-Báqir (P) y Yá’far Al-Sádiq (P) enseñaron: “El Mensajero es a quien se le manifiesta el ángel y le habla, y el Profeta ve en sueños. Pero es posible que la Profecía y ser Mensajero se unifiquen en alguien. Y el inspirado es quien escucha la voz pero no ve la figura” Una tradición dice que el Profeta Muhammad (BPDyC) ve en sueños, pero en otra se afirma que se le comunicaba la palabra como estando desmayado, fuera de los sentidos, en éxtasis. Se debe distinguir entre lo formal y lo informal, siendo lo informal la palabra, y lo formal la visión figurativa, ambas cosas tanto en el éxtasis como en el sueño. Oídos y ojos del corazón son la misma cosa en cuanto a la Revelación o a la inspiración divina, no constituyen dos lugares, o dos órganos diferentes, sino que es la misma posibilidad espiritual recibiendo aquello que Allah le infunde, tanto por visión como por audición. Se trata de un ojo-oído, o un oído-ojo. Aunque las visiones de procedencia divina, lógicamente, son superiores a la realidad cotidiana que la persona vive.

Respecto de la audición física se cuenta que el Mensajero de Allah (BPD) entró en la Ká`bah, en ocasión de la victoria, estando junto a él Bilal, a quien ordenó llamar a la oración. Mientras tanto tres ex-enemigos idólatras del Islam: Abu Sufián Ibn Hárb, Atáb Ibn Usaid, y Al-Háriz Ibn Háshim, estaban sentados en el umbral de la Ka`bah. Entonces dijo Atáb Ibn Usaid: “¡Allah hubiese complacido a Usaid si no hubiera escuchado esto, porque escucha lo que le encoleriza [refiriéndose a la llamada a la oración]!”. Y Al-Háriz expresó: “Por mi parte, ¡juro por Allah que si hubiese sabido que podría haber sido aniquilado [el Islam o el Profeta (BPD)], no lo habría seguido!”, y Abu Sufián expresó entonces: “Yo no digo nada, porque si hablase, estas piedras lo informarían de mí [al Profeta]”. En ese momento salió el Profeta (BPD) hacia ellos, y dijo: “Sé lo que habéis dicho”, y se los relató, exclamando Al-Háriz y Atáb: “¡Testimoniamos que eres sin duda un Mensajero!, ninguno que estuviese con nosotros supo nada de esto, para creer que te informara” (MIK, I, p. 529).

De parte del Imam Yá’far Al-Sádiq (P) se registra: “Alí era inspirado, y también lo era Salmán” Se le preguntó: “¿Cuál es el signo del inspirado?” Respondió: “Viene el ángel a él y le dice con afabilidad y gracia a su corazón tal y cual cosa” (T, III, p. 220) Figura también en la misma obra que un seguidor del Imam Muhámmad Al-Báqir (P) le preguntó sobre ‘Alí (P): “¿Quién era el que le hablaba?” Respondió: “Un ángel” Entonces le preguntó: “¿Era [Alí] un Profeta o un Mensajero?” Contestó: “No, sino que su ejemplo es igual al del compañero de Salomón, y al del compañero de Moisés, y es igual al ejemplo del Bicorne ¿No has escuchado que Alí fue interrogado acerca de si el Bicorne era Profeta? Y él respondió: ‘No, sino que era un siervo que amaba a Allah y a quien Allah amó, y fue sincero con Allah y Le honró, y a quien Allah honró. Tal es su ejemplo’” (T, III, p. 220)

En el ser humano es necesario poner en acción lo que comprende de palabra, así el corazón se compromete. Este es el plano de la afectividad, hímmah (anhelo espiritual), sin la cual es imposible el esfuerzo espiritual. Dice: Y Allah os extrae del vientre de vuestras madres sin que conozcáis nada, e hizo para vosotros la audición, las visiones [vista, percepción sensorial, e inteligencia], y los corazones [intuición y sentimientos] para que quizás agradezcáis (16:78) La audición es la función principal, a la que sigue en orden de importancia la atención-visión, que funda el conocimiento, y luego la obediencia-corazón, por su condición afectiva y práctica, es la última que se va completando en el hombre. El grado más elevado de este compromiso son las convicciones, los principios que el hombre experimenta al interiorizar la palabra, dirigiéndose a lo sagrado.

 

© Textos del Sheij Alí Al-Husainí recopilados por Aiman Fradkin y Hasan Gomez, editados por Bashir Gomez

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