Testimonios de los discípulos del Sheij Alí Al-Husainí (2)
Cómo adherí al Islam (2)
Mi primer acercamiento al Islam fue a través de mi esposo. Le pregunté si podía acompañarlo en la noche del designio del mes de Ramadan de 1997. Fue una noche extraordinaria. Allí conocí al Múrshid quien me pareció una persona muy amable y de una sabiduría inconmensurable. Después de aquella noche nada fue igual.
Tuve un sueño ese mismo día: Me encontraba en el patio de su casa, donde habíamos pasado el “lailatul-qadr” (La noche del designio o destino), estaba el Múrshid disertando y nos encontrábamos junto con el resto de la Yamá‘ah sentados en el piso escuchándolo. Sentía como que ya había adherido y entonces una hermana me daba la mano con mucha fuerza y me lanzaba por los aires. Me elevaba a mucha altura y caía como flotando en la terraza de la casa del Múrshid, sobre un Olivo.
Una semana después, precisamente un domingo, me desperté con una gran angustia y llorando desconsoladamente (quienes me conocen dirán “nada fuera de lo normal”) pero esa mañana fue como si se me hubiera corrido un velo de mis ojos. Pude ver todos los errores de mi vida y pude darme cuenta con gran certidumbre de lo que estaba mal y de lo que estaba bien, cosa que parece sencillo pero que para mí, hasta ese momento, me había costado mucho hacerlo y me tenía sumida en un cuadro de mucha angustia y decaimiento. Después de ese momento empecé a estar mucho mejor y durante todo el día sentí como si una luz que bajaba del cielo caía sobre mí y me seguía donde fuera que vaya. Apareció una fuerza que nunca había experimentado, movía los muebles de mi casa con una energía increíble y sentía una gran alegría en mi corazón. En los días subsiguientes comencé a asistir regularmente a las reuniones y fui salíendo de un estado de fatiga y nerviosismo que arrastraba desde hacía un tiempo hasta que dejé completamente la medicación que me habían indicado los médicos. Recuerdo que en un sueño aparecía Sidi Múrshid diciéndome que tenía un “gualícho” y me golpeaba tres veces con el puño en el pecho. Cuando se lo relaté me preguntó si yo sabía que el Profeta (BPDyC) curaba de esa manera, respondiéndole que nunca había escuchado nada al respecto.
Después de un tiempo, en el Id del Sacrificio, hice la Shahádah, Al Hámdu lil-Láh! Pude vivenciar entonces lo que dijo el Profeta (BPDyC) “Dentro de la Yamá‘ah está la Misericordia y fuera de ella el castigo” y todo lo vivido a partir de allí fue un regalo de Allah para mi alma por medio de la bendición y la Misericordia del Profeta (BPDyC) y la Bárakah del Múrshid (R).
Me acerqué al Islam a través de una invitación a una conferencia en el Teatro General San Martín de Buenos Aires. Conocí a Sidi Múrshid (R) en esta conferencia. Me pareció un hombre muy interesante y pregunté sobre los cursos que dictaba. Luego empecé a ir al curso. Al poco tiempo soñé que él (R) venía a visitarme en mi casa. Cuando le conté me dijo que lo tenía en el corazón.
Adherí al Islam en el mes de Ramadán de 1993, llegue a la adhesión por convicción del corazón.
Desde un principio me asistieron dos hermanas. Con un matrimonio de la Yamá‘ah tuve un sueño muy lindo, iba con ellos de la mano y tendría más o menos la edad de mi hija de 7 años. íbamos a un lugar lindo con unas arañas de luz impresionantes y me sentía muy feliz. Otro día navegando por Internet veo el lugar por donde habíamos ido de paseo en ese sueño y era la Mezquita del Profeta (BPDyC). Con ellas aprendí mucho y sigo aprendiendo, son buenas hermanas, muy generosas con lo que Allah les ha agraciado.
En marzo de 1982 caminando en Buenos Aires por Callao vi la revista “Islam” en un kiosco de diarios, fui a la dirección del Centro de Altos Estudios Islámicos que era en un 2º piso de la calle Rojas, en Caballito, que estaba a no más de 6 cuadras de mi casa, y me atendió la secretaria del Imam. Manifesté que quería aprender el idioma árabe, como se ofrecía en la revista a través de sus cursos. Mi interés previo en el Islam surgió un año antes a partir de la lectura de una versión completa de las mil y una noches, donde me llamó la atención el constante Dikhr (recuerdo) de Allah en los personajes: La Haula ua la Qúuata illa bil-Láh, Somos de Allah y a Él retornamos, etc. Yo tenía 14 o 15 años y había leído algún libro de Guenón y de Idris Sha y me interesó el Sufismo. Llegó a mí también un número de revista del Correo de la Unesco de 1980 dedicado al Islam que me influyó mucho, sobre todo un artículo sobre el sufismo. La secretaria me dio la tarjeta del Imam y volví al tiempo y tuve una entrevista con el Múrshid, mi impresión desde el principio es que estaba frente al maestro que estaba buscando, y que éste era el de la tradición más pura, la de los Profetas y en especial del Profeta Muhammad (BPDyC). Iba una vez por semana, o cada quince días, recuerdo por ejemplo que me dio a leer un librito que se llamaba “La Residencia” y unos fascículos sobre Conocimiento profundo editados por el Centro de Altos Estudios Islámicos. Sentía que había encontrado un lugar sólido, fuerte, y el vínculo que sentí con el Múrshid, (yo era muy chico) era el de padre-hijo. Me enseñó la Fátihah, primero en castellano, luego el Uudú, la Oración (con la ayuda del cuaderno “La Oración”) todo lo cual comencé a practicar gradualmente con el aditamento de que lo hacía en secreto por la situación con mis padres. Al poco tiempo hice la Shahádah, en agosto de 1982. La enseñanza del Din (el modo de vida islámico) la recibí directamente de Sidi Múrshid lo que agradezco Al Hámdu lil-Láh, porque sé que no todos los miembros del Centro de Altos Estudios Islámicos tuvieron esa distinción. El Imam Al-Husain ibn Alí Ibn Abi Tálib (P) durante una jáluah (retiro espiritual que se practica en el sufismo) me dijo, y testimonio la verdad y que la maldición de Allah sea conmigo si mintiera: “Hijo del Múrshid, hijo mío, no hijo del Múrshid, no hijo mío”.