Cómo adherí al Islam (8)
Conocí a Sidi Murshid cuando era adolescente. Cursaba cuarto año de secundaria. La materia que él dictaba en el bachillerato era psicología. No era un simple profesor, era más que eso, una persona que respetaba mucho a sus alumnos y nosotros a él. Nunca hubo ningún problema con él, además siempre habló con simpleza de su vida y su profesión. Siempre hacía bromas de buen gusto a sus alumnos (incluyéndome) pero siempre en un marco de respeto, lo cual hacia más dinámica la clase. Una de sus innovaciones en la clase fue la de formarnos en círculo y elegir un alumno al azar para que hable de sí y de su entorno. Esa actividad nos permitió conocernos mejor como compañeros y como seres humanos, lo cual acrecentó nuestra visión de nosotros mismos y de las personas con las cuales compartíamos el día a día. En aquellos tiempos desconocía totalmente el islam y ni siquiera sabía que Sidi Murshid era el dirigente de la comunidad musulmana de San Martin de los Andes.
Ni bien terminé la secundaria me fui a Bariloche a estudiar derecho en el Fasta, universidad católica, la cual nunca me convenció en cuanto a sus preceptos religiosos. Las clases de religión eran dadas de una forma para nada seria, y salía de ellas con más preguntas que respuestas. Dichas clases me dejaban con una incertidumbre y un vacío espiritual muy grande ya que buscaba a Dios y no encontraba la respuesta a mis preguntas sobre el mas allá y que modo de vida debía llevar, no solo para complacer a Dios sino a mí mismo. En tercer año de la universidad me afilié a la Unión Cívica Radical y militaba con un amigo que me dijo que era musulmán. Después de un tiempo de entablar una muy buena amistad, que todavía sigue, me invitó a su casa y me mostró el Sagrado Corán y algunos libros islámicos. Le pedí que me prestara esos libros para leerlos y él, amablemente, me los prestó y pude leer en la tranquilidad de mi casa todo lo que necesitaba saber sobre el islam, en cuanto a lo teórico claro. Cuando leí sobre el profeta Muhammad (BPDyC) quedé impactado, ya que en los libros de texto de las escuelas se habla poco y nada sobre su vida y sus enseñanzas.
Cuando decidí volver a San Martin de los Andes, no tenía claro que hacer, solo seguía estudiando a distancia, pero no sabía cómo llevar mi vida en aquel entonces. Corría el año 2014 y volvía a mi pueblo natal con mi familia, pero aun así me sentía vacío, como que me faltaba algo. Tenía mis libros y revistas islámicas, pero desconocía totalmente que había una comunidad musulmana en mi ciudad. Un día me reuní con unos amigos, y ahí conocí a un buen hermano, el cual nos invitó a su casa y ni bien entré a su hogar, vi un cuadro de la Kaaba, hermosa, resplandeciente, la misma que había visto antes en mis libros, templo hacia el cual deben orientarse los musulmanes para realizar la salat u oración. Cuando vi ese cuadro me alegré muchísimo y le pregunté a este amigo si era musulmán y me dijo que si, además agregó que sus padres también. Entonces me dije a mi mismo: “Que bueno fue volver y que alegría es encontrar una comunidad musulmana en mi pueblo”. Después de seguir hablando le dije que quería presenciar las reuniones islámicas y me dijo que debía hablar primero con Sidi Murshid, mejor conocido por mi como Profesor Hesain. No sabía que el guía de la comunidad era mi anterior profesor de psicología, vueltas de la vida o la bendición de Allah para volver a reencontrarme con una persona que respetaba y admiraba por su paciencia y sabiduría. Una vez que se concretó mi encuentro con Sidi Murshid, en su casa, me explicó muchas cosas acerca del islam y amablemente me invitó a participar de las reuniones. Con el tiempo tomé la shahada, al Hamdu lil Lah.
Hoy soy parte de la comunidad, de la que no quiero separarme nunca ya que para mí la comunidad musulmana de mi pueblo es una familia y me han enseñado muchos valores. Los mismos valores que Sidi Murshid les enseñó a ellos. Me contienen, compartimos lecturas, almorzamos y cenamos juntos, charlamos de diversos temas. El islam, el Profeta (BPDyC) y Sidi Murshid me cambiaron la vida para bien, ya que el Islam es el sendero recto y gracias a Allah tenemos a una persona muy querida, sabia y respetada en todas partes del país y del mundo que nos enseña el verdadero islam, al Hamdu lil Lah.
Mi primer acercamiento al Islam fue durante la secundaria, cuando noté que en el programa de historia no se desarrollaba la materia, sino que se truncaba de modo significativo sobre su amplia historia. Comencé a investigar con los limitados recursos que había en mi casa, ya que tenía trece años, y me encontré que la enciclopedia era de los años cincuenta, y era totalmente tendenciosa. En esos momentos esto me llevó a meditar sobre el Islam y sobre el Medio Oriente, ya que no podía tener menos diversidad cultural que Europa. De modo paralelo se desarrollaba, desde niño, la necesidad de conocer a Dios, ya que mis padres no podían, ni básicamente, responder a mis preguntas.
El tema reapareció a los diecisiete años al encontrar a la que luego sería mi esposa. Comencé a hablar el idioma árabe que aprendía en la casa de mi suegro, y luego a leer y a escribir, pero todavía desligado del Islam, hasta que le pedí a mi suegro un pequeño Corán que tenía para poder leerlo, y esto me tocó profundamente, aunque era muy poco lo que entendía por ser el idioma clásico, y no el coloquial que yo había aprendido. Fui dos veces a la mezquita del Centro Islámico de la República Argentina, en la calle Alberti, para encontrar al sheij de la mezquita, y las veces que fui no pude encontrarlo, mientras estudiaba cuanto podía el idioma y me informaba, ya de fuentes más amplias, de la historia del Medio Oriente, y de algunas nociones sobre el Islam. Hasta que un día decidí concretar mi interés, y le pedí a mi suegro que me contactase con algún amigo suyo que conociera sobre el Islam, para poder comprenderlo. Mi suegro llamó al hermano del Imam, Ibrahim, y éste lo encomendó a su hermano, Sidi Múrshid (C). El encuentro con el Imam fue ese mismo día, porque mi suegro llamó y consiguió una reunión inmediata. Cuando fuimos nos atendió una ayudante del Imam, y nos condujo a la oficina, que era la de la calle Rojas en Buenos Aires. Cuando nos encontramos con el Imam mi primera impresión fue contraria a lo que esperaba, ya que el trato era normal, y sin ninguna muestra de vanidad, lo que demuestra su veracidad (C). Encontré suma hospitalidad, y un regalo de parte del Imam (C) de tres revistas de Sufismo Viviente. No podía esperar para leerlas, y cuando me fui a dormir esa noche pensé ingenuamente que el contacto con el Imam (C) ya había acabado cuando lo despedí. Pero esa noche tuve un sueño que me marcó profundamente, y me dio la certeza de lo que tenía que hacer, el sueño es el siguiente:
Caminaba por la avenida Medrano hacia la calle Corrientes con el Múrshid (C). Caía una llovizna fina. Íbamos hablando sobre la dificultad de encarar una decisión como el compromiso del Islam, cuando al llegar a Corrientes una mujer pasó corriendo entre nosotros violentamente, y de su bolso cayó un libro. Lo levanté y me di cuenta que era el Sagrado Corán, y entonces exclamé:
- ¡Debemos devolvérselo!
No, ahora es tuyo, debes decidir qué hacer con él – dijo el Múrshid (C).
Me levanté inmediatamente, muy consternado por la nitidez del sueño. Luego mi esposa, entonces mi novia, me pidió que concertara una entrevista con el Múrshid (C) para hablar de algo en particular, y en esa reunión el Múrshid dijo algo que me impactó, dijo que el Sagrado Corán es verdad, y que el Paraíso es verdad, pero que Allah no está sujeto a ningún plan, por lo tanto puede cambiar todo si lo quisiera. Esto me conmovió, porque nunca antes había visto tanta humildad y profundidad en un religioso, y logré ver que me estaba acercando, no al Islam que presumía, sino al verdadero Islam, a la forma de vida real.
Adherí el día del natalicio de saiiditna Fátimah (BP). Estábamos formados en fila para la salat, y ese día había decidido decirle al Múrshid (C) que me tomara la Shahádah después de la jutbah, y mientras me acomodaba el Múrshid exclamó: «¡Hoy es un buen día para que alguien de la Shahádah!»Luego se dio vuelta y me miró directamente. Me sorprendió tanto que me di cuenta que podía intuir los corazones. Luego inmediatamente di la Shahádah.
Puedo decir que mi vida real comenzó ni bien conocí al Múrshid (CA), y que gracias a él pude comprender lo más importante en un ser humano, y es el Amor verdadero, reflejo del Amor al Profeta (BPDyC). Sólo una persona con un grado muy elevado puede por sí solo despertar un corazón que estaba muerto, en algo que está vivo, Al-Hámdu lil-Láh. Una vez me inspiró Musa (BP): “No encontrarás en el mundo un guía mejor que tu Múrshid (C) para ti”, y me dijo el Profeta (BPDyC): “Por eso es difícil que vuestro Múrshid (C) pase desapercibido entre la gente, como Musa (BP), y porque a vuestro Múrshid (C) Allah lo enalteció, porque él se humilla sacrificando su vida por los amados por mí, como una lámpara que se consume para dar la luz”.
Mi primer acercamiento al Islam fue a través de la enseñanza de mis padres, aproximadamente a los 6 años, cuando mi papá empezó a contactarse con Sidi Murshid. El primero en enseñarme el Islam fue mi papá pero yo era muy chico para comprenderlo. Mas adelante viajamos a Buenos Aires donde conocí a la yamah, me llamaba mucho la atención tanta gente reunida y todas las actividades que se realizaban. Por lo que me contaron mis padres conocí por primera vez a Sidi Murshid cuando era muy chico, pero tengo un recuerdo muy vivo del momento en que toda la Yamah se reunió en la quinta de Tandil en el año 1994.
La primera impresión que tuve al conocer al Murshid fue la de estar ante una persona de gran conocimiento, pero me pareció bastante seria. Aunque ahora que lo conozco es una persona de muy buen carácter y alegre. Cuando adherí al Islam fue en la quinta de Tandil, un Dia de sol en el parque (creo que dia de yumuah) mis padres me preguntaron si quería hacerlo y cuando dije que si también me preguntó el murshid, y así fue, y lo que mas recuerdo es cuando dijo mi nombre que por cierto me gustó, era Musa. A esa edad como todo chico creo que no comprendía completamente lo que era ser musulmán, pero fui aprendiendo las prácticas del Islam con la enseñanza de la gente de la yamah, y principalmente de mis padres.
Ni bien se despertó en mí la necesidad de un camino espiritual y la curiosidad sobre las diversas religiones comencé a indagar en literatura sobre el tema, tarea que se me facilitó por tener al alcance la biblioteca de mi padre, el cual frecuentaba ese tipo de literatura. Lo primero que llegó a mis manos sobre el Islam fue la revista “Sufismo Viviente” editada por el Centro de Altos Estudios Islámicos y luego algunos textos de Al-Gazalí. A través de estas primeras lecturas se dio también mi acercamiento al Múrshid (RA). Ya que en ese entonces intercambiaba lectura con un amigo mío y ahora hermano de la Yamá‘ah, con quien al poco tiempo comencé a asistir a las reuniones de la Yamá‘ah.
De mis primeros encuentros con el Múrshid (RA) recuerdo haber quedado muy satisfecho, ya que desde el principio sentí haber encontrado lo que estaba buscando. Antes de ello mi búsqueda solo me había conducido a falsarios, charlatanes y comerciantes que lucraban con lo espiritual, o eran gente engañada. Por el contrario, en el Múrshid encontré una fuente extraordinaria de conocimientos, amor a la enseñanza, y una actitud de seriedad y respeto frente a los conocimientos que trasmitía. Y por sobre todo, un maestro vivo que era ejemplo de aquello que enseñaba, y modelo de virtud, el cual con el tiempo fui descubriendo que investía e inviste una categoría espiritual elevadísima de la que Al-Hámdu lil-Láh puedo dar testimonio: En una ocasión, por la Bárakah y la guía del Múrshid (RA), en una experiencia se presentó Saiídina Musa (BP), y luego de saludarme me dijo “te enseñaré la mejor forma de saludar al Múrshid (RA)”, y luego dijo “saludar al Múrshid es orientarse hacia la quibla de Muhammad (BPDyC)”.
Con el Múrshid encontré las respuestas que buscaba y mucho más, ya que por él termine abrazando el Islam, y amando al Profeta (BPDyC). La reacción de mi entorno familiar fue muy favorable, ellos sabían la necesidad que tenía al respecto y me acompañaron y apoyaron en todo momento, al punto que algún tiempo después mi propio padre dio el testimonio de fe.