Semblanza del Múrshid Sheij Alí Al-Husainí (6)
Primeras búsquedas de métodos. La comunidad de Schuon en Buenos Aires
Su primer viaje interesado en grupos islámicos para conocer cómo operaban, qué enseñaban, cómo se organizaban, fue hacia la ciudad de Córdoba, en Argentina. A raíz de la publicación de la revista «Islam», cuyo primer número salió en Junio de 1973, recibió la visita de una persona que vivía en aquella ciudad, que había conocido la revista. Esta persona integraba un grupo islámico en Córdoba, cuyo sheij era un iraqués, llamado Sati Al-Yumaili. El que más se destacaba allí, después del sheij mencionado, era un tal Muhammad Ciarla, que había adherido al Islam unos años antes.
Poseían una pequeña imprenta, como emprendimiento común, para mantenerse económicamente. Algunos de ellos vivían en una casa alquilada que usaban como mezquita. El Múrshid viajó a Córdoba y permaneció allí parte de un día, pese al pedido del sheij para que se quedara más tiempo. Por ese entonces lo sorprendió que existieran personas de origen no árabe que habían adherido al Islam. Se ganó el afecto de algunos de ellos, especialmente de Ciarla, y otros que lo visitaban periódicamente en Buenos Aires. El mismo Ciarla estuvo viviendo dos o tres meses en el Centro de Altos Estudios Islámicos, sito entonces en la calle Rojas, del barrio de Caballito, el centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires. El Centro de Altos Estudios Islámicos ocupaba 4 oficinas del 1º piso, no tenía las comodidades suficientes, pero el Múrshid le ofreció el lugar a todos los que necesitaran alojamiento precario, durante algunos días (los 3 de la Súnnah, por ejemplo).
En un determinado momento, cuando intentaba ampliar su bagaje cultural, nuestro Múrshid decidió estudiar filosofía, como ya hemos anticipado. Por aquel entonces conoció a un amigo de su hermano mayor a quien éste admiraba. Era una persona de la comunidad sunnita, de muy buenos antecedentes dentro de la comunidad árabe e islámica en general. Se llamaba Jálid Adíb. Con posterioridad él se enteró por éste mismo que era el muqaddam (1) de la tariqa de Schuon en la Argentina.
Jálid Adib era un hombre de una cultura sólida en lengua francesa. Había escapado del Líbano por razones políticas (combatía la ocupación francesa del Líbano, y lo habían condenado por eso a la pena de muerte). Paradójicamente se refugió primero en Francia, donde vivió algún tiempo, hasta su venida a la Argentina. En ese tiempo en que el Múrshid lo conoció trabajaba para una empresa inmobiliaria. La primera vez que conversaron sus palabras conmovieron al Múrshid. Lo volvió a encontrar luego por casualidad, y le manifestó que quería reunirse con ellos y conocer a la gente de Schuon en este país. Así se estableció la relación.
La casa del muqaddam estaba en El Palomar, un partido del Gran Buenos Aires, donde mantenía reuniones la gente de esa tariqa, se practicaba el dikhr, y él exponía sobre algún tema. Todo ello no era tan formal como lo que hacemos nosotros en nuestra yamá‘ah, amenizaban con café de por medio, y él y su gente eran muy fumadores, algo que no le gustaba para nada al Múrshid, no así el carácter de Jálid Adib, una persona agradable, buena, educada, con mucha cultura en árabe y en castellano.
Al tiempo el Múrshid comenzó a concurrir a esa tariqa, llevando a veces a su hijo Yihád, que tenía entonces cerca de tres años, porque así como su padre se había preocupado en vincularlo a lo espiritual, el Múrshid también quería hacer lo mismo con su hijo varón. Para aquella gente resultaba un poco extraño esta presencia familiar, porque más que mantener una vida comunitaria practicaban una «amistad cultural».
Excepto el muqaddam Abdul-Uáhid (2) el resto de la gente eran argentinos. Integraban el grupo el matrimonio Weiss, una familia de origen judío, y Sara Lutzki, también del mismo origen (3), lo que le extrañaba al Múrshid, porque nunca había visto hasta entonces que judíos hubieran adherido al Islam. Por entonces tenía todavía un sentimiento militante en el sentido de que el Islam tenía que hacer devotos, algo que hoy no le interesa fundamentalmente, atento más al corazón de las personas que al número.
Comenzó a participar de los dikhrs de aquel grupo, pero como habíamos explicado anteriormente, su principal motivación era entonces conocer tipos de organización y prácticas, porque muchos de los aspectos espirituales que ellos difundían ya los conocía, o, para él, no eran tan importantes como esas personas los consideraban. Su propio padre y los alauitas le habían transmitido mucho conocimiento, y lo que a ellos les maravillaba a él no lo sorprendía.
En el año 1978, en oportunidad en que el muqaddam tenía que viajar a Marruecos y a Lausanne, Suiza, tuvo interés en acompañarlo, y contaba también con la posibilidad económica de hacer el viaje. Quedaron en encontrarse en Lausanne, y estuvo allí algunos días esperando la llegada del muqaddam desde Marruecos. Se alojó en un hospedaje que ellos frecuentaban, fue a ver a Schuón en su domicilio, conversó con su señora esposa, que hablaba español, ya que le dijeron que él no estaba en condiciones de atenderlo, tal vez por encontrarse enfermo. La señora de Schuón le preguntó algo insólito: «¿Por qué quería ingresar a la tariqa siendo musulmán?», a lo que respondió diciéndole que era un buscador de la verdad, y ser musulmán no significa más que un inicio. En realidad, el Múrshid no tenía interés en ingresar a esa tariqa, sino básicamente conocer sus métodos. Concurrió así a las reuniones de Dhikr que, según la opinión del Múrshid, eran realmente excelentes. Allí y durante el periodo de su estadía en Lausanne conoció a personas de diversos países, y alternó especialmente con algunos españoles.
Dentro de la comunidad de Schuón se encontraba un joven nacido en Egipto, hijo de un egipcio musulmán, ejecutivo de la firma Bayer, y de madre suiza. Este joven estudiaba en Suiza, y con él hablaron en árabe. Le brindó mucha información sobre el movimiento interno de la comunidad de Schuón, manifestando este joven que era una organización elitista, pues preferían a la gente de dinero, que entre ellos había una selección muy rigurosa de quienes estaban cerca del sheij, de acuerdo a su aporte, y según él hablaban del faqru, de la pobreza espiritual, pero para nada estaban convencidos de eso.
Cuando llegó el muqaddam participó de una cena en una casa muy bien puesta en Lausanne, la casa de una señora de apellido Roulet, y se dio cuenta que tampoco podía exponer lo que conocía, porque cuando empezó a hablar de Tauhíd ellos se mostraron aprehensivos, como que esas cosas sólo las podía mencionar el sheij, algo absurdo para el Múrshid conociendo como conocía el Islam. (4) Observó en la casa, ese día, un cuadro que representaba a la virgen María (P) con los pechos al aire, ¡Astagfirullah!, teniendo al niño en sus brazos, cuadro pintado por el sheij Schuón, según lo manifestado por la Sra. Roulet. (5)
Todas estas cosas asombraban al Múrshid, pero las guardaba en silencio en su interior, tratando de ser comprensivo, dejando un margen para la duda sobre la veracidad de lo que el joven egipcio le decía.
¿Qué conclusiones sacó el Múrshid acerca del grupo de Schuon? : «Ahora, después de muchos años, entiendo que era inevitable que sucediera este tipo de cosas en una comunidad que se constituyó como un injerto, fuera de un contexto sufi, como un ensayo. El propio acercamiento de Schuón al Islam fue muy peculiar, según escuché contarlo a su muqaddam: En un momento de crisis en su vida se encontraba en París, desorientado, sin saber que vía espiritual tomar, y pensó: «A lo primero que vea me voy a dedicar», y observó un grupo de musulmanes vestido a la usanza marroquí, y decidió estudiar el Islam y dedicarse al sufismo.
Schuón tenía un amigo llamado Titus Burckhardt (6), que estuvo algún tiempo en Mustaganem, en Argelia, con el sheij Al-Alawi, así que Schuon fue también allí a conocerlo. Luego de pasar un corto tiempo en Argelia retornó a Europa con la intención de convertirse en sheij de una tariqa. No conozco todos los pasos que dio, pero por la evolución que tuvo se que no poseía entonces una madurez suficiente para constituirse en sheij, madurez que tal vez haya alcanzado al final de su vida. Su posición fue siempre racionalista, y el verdadero sufismo no es racionalismo. El sufismo puede mostrarse muy erudito, exponer muchas cosas muy racionalmente, y ha tenido destacadas figuras como Al-Gazáli, Mohieddin Ibn-Arabi, Al-Yilli o Al-Yunáid, con mucha erudición en metafísica, Sharía o Ley islámica, etc., pero la realización espiritual no es erudición, y creo que ellos pensaban que a través de la erudición iban a conseguir grados espirituales, distinciones. Esta cuestión ya fue dilucidada en el siglo XII en una famosa discusión entre Mohieddin Ibn Arabi y Averroes (racionalista).
No quiero juzgar los grados espirituales que haya conseguido Schuon: Él logró reunir a gente con aspiraciones espirituales que encontraron en el sufismo una fuente de sabiduría, y lo empezaron a practicar adaptándolo a occidente, e imitando lo que él había conocido con Titus Burckhardt al visitar al sheij Al-Alawi. Creo que han hecho una tarea beneficiosa, pero en el plano espiritual puro no se a qué punto ha llegado. De hecho Schuon no mencionaba más que su vínculo eventual y pasajero con el sheij Al-Alawi, que no creo que le haya otorgado ninguna autoridad, porque tendría que haber estado con él mucho más tiempo, ¡Allahu A‘lam!
Además lo que me sorprendió desde entonces en cuanto a Schuon es haber escuchado cierta vez, quizás en boca de su muqaddam en Argentina, que para aquél lo más importante, o lo más efectivo de su obra, era lo último escrito, como si el sufismo fuera una conocimiento en progreso, como sucede con las ciencias modernas. Esto determinaba dos cosas, en primer lugar su confianza exclusiva en la razón, o la erudición, en segundo lugar que consideraba el logro espiritual meramente como una conquista personal, voluntarista. Esto no lo distinguía de los filósofos habituales de la época moderna, y más bien estoy inclinado a calificarlo como «filósofo» que como «sufi», que intentaba por una vía novedosa e insólita para el occidente actual renovar el pensamiento occidental con el aporte de una vía espiritual islámica profunda como lo es el sufismo.
En la voluntad de Allah estaba que este tipo de organizaciones surgieran. Son una especie de mediación entre el sufismo verdadero y la sociedad occidental. También Guenón (7) fue un punto intermedio, pero no llegó a asumir ese voluntarismo de hacer seguidores, y en lo personal, él se ocupó solo de sí mismo, sin hacerse cargo de otros. Y cuando tuvo que sincerarse fue a la fuente, allí en donde estaba el conocimiento, viajó a Egipto y se quedó allí hasta su muerte. Personalmente su actitud fue mucho más sincera que la de Schuon, y aún cuando su obra da una apariencia ecléctica, y la tradición islámica no ocupa en ella el centro de la escena, en su vida interior parecía un auténtico musulmán, y Allah sabe más.
De todas maneras el viaje a Lausanne me aportó una experiencia muy importante, el conocimiento de cómo operaba una comunidad pretendidamente sufi en Occidente, con personas occidentales, y me demostró que la transferencia del conocimiento del sufismo a lenguas occidentales dentro de un contexto occidental era en principio posible.»
A su regreso de Suiza el Múrshid siguió asistiendo en Buenos Aires a las reuniones de la comunidad de Schuon en la Argentina, inclusive les prestó durante dos años un departamento de su propiedad. Asistió a algunas de sus reuniones hasta que se separó de ellos por asuntos puntuales: El hecho de que se fumara mucho en sus reuniones; el hecho de que se perdiera muchas veces el tiempo conversando futilidades, con la pretensión de que se estaba exponiendo algo distinto; sus actitudes elitistas manteniéndose aparte del resto de los musulmanes. No obstante ello, el Múrshid agradece y valora la amistad que mantuvo con el muqaddam Abdul-Uáhid. De hecho fue nuestro Múrshid quien lo asistió cuando murió, lavando su cadáver según el Islam. (8) Su relación con él fue muy especial y mucho más trascendente que la que tuvo con Schuon. (9)
En los años 70 no había otras agrupaciones sufíes de importancia en Buenos Aires. Existía un grupo auspiciado por un tal «Miguel», un empresario armenio importador de alfombras, dueño de la galería «Práxis» en el centro de Buenos Aires, agrupación a la que jamás tuvo Sidi interés de asistir. En cambio, recibió a dos o tres personas que participaban de ella, y que le contaron de sus actividades. Era un grupo particularmente laxo: Permitían la bebida alcohólica, la música, el baile de odaliscas, y según nos informaron hasta el día de hoy realizan reuniones de este estilo con gente de negocios.
Por otra parte, en Inglaterra se formó un grupo alrededor de Abdulkarim Sháh, hermano de Omar Alí Shah, hijos de In‘am Jan, un musulmán de la India, sabio, correcto, que mandó a sus hijos a estudiar a Inglaterra, donde Abdulkarim, el mayor, hizo una conjunción entre el conocimiento oriental y la psicología moderna. Abdulkarim es la contrafigura de Guenón, éste se dedicó a la metafísica, aquel a la psicología, explotando el bagaje tradicional que le transmitió su padre, usando, por ejemplo, los relatos de Nasrudín. La editorial Paidos publicó sus libros en castellano, que fueron estudiados por algunos psicólogos. Un grupo de personas se conectaron con Omar Alí Shah y lo invitaron a la Argentina, conformando un núcleo muy contradictorio en Buenos Aires. Omar, según nos informaron, era un bebedor; se cuenta que a veces se encerraba en retiro espiritual y solía beber alcohol.
A pesar de estas contradicciones todos estos grupos van dejando algunas cosas positivas, la escoria en definitiva va a tener que separarse y quedará únicamente lo valioso. Seguramente Mohieddin Ibn-Arabi no tiene ninguna culpa por Omar Ali Sha, quien seguramente va a desaparecer, pero ciertos conocimientos metafísicos de Mohieddin por él difundidos se van a mantener. Como dijo el Profeta (BPDyC): «Este Din se va a imponer inclusive con la ayuda de los impíos».
(1) «Muqaddam» significa «representante» o «delegado», en este caso del Sheij Abdul Wahed Isa (F.Schuon)
(2) Nombre espiritual de Jalid Adib
(3) Cabe recordar que uno de los padres de Schuon también era judío.
(4) Al referirse a este encuentro dijo el Múrshid: «Creo que sospechaban de mí porque era musulmán, lo cual suena absurdo, y pensaban que iba a espiarlos; por eso la señora de Schuón me preguntó por qué quería ingresar a la tariqa siendo musulmán, a lo que respondí que yo era un buscador de la verdad y ser musulmán no significa más que un inicio.»
(5) Imposible dejar de relacionar esta mención con el escándalo desatado a la muerte de Schuón a causa de ciertos hechos aberrantes que le endilgaron a su comunidad en un juicio cuyo trasfondo se divulgó a través de Internet.
(6) En la comunidad era conocido como sidi Ibrahim Burckhardt.
(7) Llamado en el Islam Abdel Wahed Yahia
(8) Así como el de otros miembros de esa comunidad, como por ejemplo al señor Weiss a pedido de sus familiares.
(9) El muqaddam vivía con su esposa y con su hija Laila, que alguna vez estuvo en el Líbano visitando a sus familiares paternos. Ella era estudiante de literatura. Además, el muqaddam tuvo un hijo llamado Omar que falleció en un accidente de motocicleta. Después de la muerte del muqaddam el Múrshid mantuvo contacto con su esposa e hija, quienes concurrieron a su casa, e invitaron a su familia a la suya.